Nido Antiprincesa

Marcelina, la guardiana de Colomichicó

En su mirada la belleza del campo profundo; en sus manos, la crianza de 7 hijos; en sus pies, las inclemencias del tiempo y en su voz, el susurro de una gran historia: la del yacimiento de arte rupestre más importante de la Patagonia.
lunes, 21 de enero de 2019 · 13:10

Por María Marta Martinez

Marcelina tiene 74 años. Nació debajo de un árbol que aún siguen en pie, al costado de su casa. Vive justo al lado de la escuela Nº285, al pie del cerro Las Marcas que custodia uno de los patrimonios culturales más importantes de nuestro país: el Parque Arqueológico Colomichicó.

Foto: En su mirada la belleza del campo profundo.

Como toda mujer de campo, su trabajo - además de ser doméstico y de crianza - es de fuerza. Comienza el día a las cuatro y media de la mañana “para aprovechar más la luz”, asegura. Toma mate y empieza a trabajar en sus huertas, dado que se alimenta de lo que cultiva. Cuenta que a veces cocina para ella solita y otras, para hijos y nietos. Si prepara carne de chivo, “la hago hervir con agua y sal y ahí le pongo condimento, comino, pimentón, verdura, cebolla y cilantro que cosecho”, explica con su voz bajita. Aunque su sopa es la preferida de los nietos.

Hace un par de semanas se realizó el acto de inauguración del nuevo Centro de Servicios del Parque Arqueológico, lugar que pudo ser construido gracias a que Marcelina donó parte de las tierras de su familia para que la Provincia pueda edificar allí esas instalaciones. Durante el acto, era imposible dejar de mirarla, de ver sus manos, sus ojos cansados y su parsimonia en medio de micrófonos, fotógrafos, funcionarios provinciales y algunos lugareños que se acercaron.

Foto: Marcelina junto a la Dra. Teresa Vega (der) y a su hija Delia (Izq) y su nieta. 
 

Junto a sus hijos y nietos, ella llegó a ese acto oficial y necesario, vestida con sus mejores galas: se puso su pollera favorita, usó el mejor pañuelo que tiene para contener su pelo y, en la muñeca - escondida detrás de un reloj rosado- la acompañaba una medallita con la imagen de San Sebastián, patrono de los crianceros.

Marcelina y sus hijos representan el esfuerzo de años en pos de proteger un patrimonio cultural inigualable. Por eso ella es hoy protagonista de esta historia. Hoy, con la misma tierra que la vio nacer, crecer y parir a sus 7 hijos, rinde homenaje a uno de ellos que ya no está, Salvador, quien fue uno de los hombres que trabajó mucho para que este sitio hoy sea puesto a resguardo y en valor.

Foto: Marcelina vive justo en frente del nuevo Centro de Servicios inaugurado. 

El Salvador del arte rupestre

El patrimonio cultural arqueológico de este lugar no tiene comparación con ningún otro en la Patagonia y Salvador lo sabía. Él fue, durante muchos años, el único guía baquiano del lugar que oficiaba de acompañante de los científicos y turistas que llegaban; era el responsable del cuidado del sitio, el acceso y el control de los visitantes.

“Fue querido de todo el mundo. Él no tenía miedo ni vergüenza”, dice Marcelina y cuenta con orgullo que su hijo siempre andaba por esos cerros acompañando a los investigadores que llegaban desde la Universidad del Comahue para estudiar el espectacular muestrario de arte rupestre que allí descansa hace más de 1.500 años.

Foto: En sus pies, los cancanes gruesos que, tal como ella cuenta, son “para proteger su piel del sol que es tan fuerte en estos lugares”.

Caminar es parte del ADN de esta mujer, habilidad que transmitió a sus hijos: cuentan los lugareños que Salvador cumplió un récord. Se levantó un día, se puso una mochila y se fue caminando hasta el volcán Domuyo. Hizo cumbre y regresó a Colomichicó en el mismo día.

“Yo aprendí de mi hermano Salvador. El veía que venía la señora Teresa (Vega, investigadora) y los chicos de la Universidad y le ponía mucha pasión. El me decía que vayamos a conocerlo porque estaba espectacular. Yo al principio no quería subir hasta allá pero una vez que fui, me encantó. Es hermoso, la sensación no se puede explicar. Si vamos un día de sol es diferente a un día nublado o un día de lluvia que es impresionante”, cuenta Delia, una de las hijas de Marcelina.

Hoy Salvador ya no vive, pero como dijo Vicente Godoy, Intendente de Las Ovejas, en el acto de inauguración del Centro de Servicios, “Marcelina se tiene que quedar bien tranquila de que crió muy bien a sus hijos”, algunos de los cuales hoy trabajan allí, como Delia que es auxiliar de servicio en la Escuela de Colomichicó y ahora, guía turística del Parque Arqueológico especializada en Patrimonio Arqueológico Rupestre.

Foto: Marcelina es una gran caminadora. Solía acompañar a los visitantes hasta las punturas rupestres. 

De mujer a mujer

La investigadora Dra. Teresa Vega, dedicó 30 años a los estudios científicos de los petroglifos de este sitio arqueológico. “El investigador debe salir del escritorio al campo. En el caso de nuestras investigaciones, debíamos ir al campo, a caballo, dormir 4 o 5 noches arriba. Desde el año `87, Doña Marcelina generosamente nos ha recibido en su casita. Ella y sus hijos han sido siempre un eslabón fundamental de esto”, remarcó la Profesora, declarada ciudadana ilustre de Las Ovejas y quien dirigió al equipo de investigadores de la Universidad Nacional del Comahue que desarrolló un importante plan de Preservación y Manejo de Sitios con Arte Rupestre, especialmente para Colomichicó.  

Con una gran visión a futuro, tanto las autoridades como los lugareños, estiman que con estas mejoras en infraestructura y capacitación de personal de la zona, los turistas podrán visitar el sendero de Colomichicó de forma sostenible y mover la ruedita del turismo que tanto le hace falta al norte neuquino.

Foto: Las manos de Marcelina son testimonio del paso del tiempo, del esfuerzo y el trabajo.

Cuando le consultamos a Marcelina qué sentía al ser parte de la historia de este sitio único de la Provincia, “es una alegría bastante grande”, dijo mientras comía lentamente una torta frita con la paciencia y los tiempos de quien camina kilómetros por día para llegar a algún lugar, y con la simpleza del que no necesita rótulos protocolares para dejar una huella.

Marcelina es Patagonia, ella es Patrimonio Cultural.

 

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Parque Arqueológico Colomichicó
Colomichicó - o Aguada del Gato Pardo en lengua mapuche - es el yacimiento arqueológico más importante de la Patagonia, ubicado en el Departamento Minas (Provincia del Neuquén) que depende del municipio de Las Ovejas. Allí está la mayor concentración de arte rupestre del país: cerca de 600 bloques de piedra desperdigados en un radio de 14 hectáreas, con miles de figuras grabadas (mayoritariamente geométricas como círculos, líneas ondulantes o en zigzag) denominadas “petroglifos” que responden al "estilo de paralelas". Se calcula que pertenecen a la cultura pehuenche y que su antigüedad supera los mil años. Al lugar sólo se llega con guía y luego de una extensa caminata de 3 horas de ida y 3 de vuelta. Una vez allí, se puede recorrer un sendero interpretativo de 850 metros en el cual se pueden ver 45 bloques grabados que se estima que fueron hechos hacia el año 500 de nuestra era, por tribus Peuhenches. Con la inauguración del Centro de Servicios, el recorrido está abierto al público en general y cuenta con guías capacitados para mostrar el parque. Allí hay una confitería, una sala de exhibición de objetos y artesanías y una casa para alojar a investigadores que llegan hasta el lugar. Ademas, cuenta con 2 personas trabajando junto con NeuquenTur y en sincronía con la hostería de Varvarco.

 

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