EDITORIAL

Una semana con paro que alumbra y oscurece

En medio del contexto electoral, sobresale la circunstancia económica y el rol que juega en la política la CGT de Hugo Moyano y Guillermo Pereyra. Los capitostes sindicales saben muy bien que crece un sordo descontento por la persistencia de la inflación, acrecentado por las muestras cada vez más explícitas de que al gobierno de Cristina Fernández solo le interesa seguir acumulando dinero con presión impositiva, para repartirlo en forma de presuntamente generosos planes sociales de consumo.
domingo, 29 de marzo de 2015 · 10:06
El MPN es favorito, y exagera un futuro cantado, aunque todavía falte recorrer el último tramo de la campaña. El Frente para la Victoria se zambulle en un día complicado –el del paro de la CGT- para lucir (para bien o para mal) a uno de los preferidos de la Presidente, el ministro Axel Kicillof. Y el Nuevo Compromiso que tira al lado del PRO macrista y de la UCR revivida, se cuelga de la palabra cambio buscando llenarla de contenido específico.


Nadie sabe qué pasará el 26 de abril. Esta es la verdad, de Perogrullo, pero que necesita ser repetida para  no caer en el canto de sirenas anticipatorio. Alguna vez Jorge Sapag –propicio a las metáforas futboleras- dijo que los partidos había que jugarlos hasta el último minuto. Esta es la ocasión: el partido está en marcha, pues eso es la campaña. Pero termina en el último minuto: cuando el último presidente de mesa da la señal para cerrar las urnas, con el voto de los ciudadanos adentro.


Mientras tanto, hay que hablar de encuestas, sensaciones, y acciones concretas de campaña. Es un momento de seducción, de esperanzas, de apuestas. Cada decisión puede representar acercarse a la victoria o derrumbarse en el pozo oscuro del pesimismo. Se torna relevante cada gesto, cada mínimo indicio que suponga ganar o perder un voto.


Para que quede claro: no es cierto lo que tantos afirman de que hay ya un resultado cantado. Es una forma más de hacer campaña, basada en la machacona repetición de un vaticinio. Aquí no se destripa, como en la antigüedad romana, una paloma para ver el futuro. Aquí directamente se inventa un futuro posible, y se lo reviste de seguridad, de firmeza engañosa.


En medio del contexto electoral, sobresale la circunstancia económica y el rol que juega en la política la CGT de Hugo Moyano y Guillermo Pereyra. Los capitostes sindicales saben muy bien que crece un sordo descontento por la persistencia de la inflación, acrecentado por las muestras cada vez más explícitas de que al gobierno de Cristina Fernández solo le interesa seguir acumulando dinero con presión impositiva, para repartirlo en forma de presuntamente generosos planes sociales de consumo.


Pereyra recibió junto al peronismo federal, en la sede sindical petrolera de Buenos Aires, al candidato Sergio Massa. Apuró así su anticipo de hace un par de meses, cuando avisó que trabajaría por el triunfo del MPN en Neuquén y por el del de Tigre a nivel nacional. Pero al mismo tiempo evidenció que la CGT moyanista inclina su respaldo hacia Massa, y que el paro del 31, con foco en destruir la resistencia que plantean Cristina-Kicillof contra la modificación ya del Impuesto a las Ganancias, es un paro que persigue el propósito de hacer mella en los planes electorales del oficialismo.


Por eso, entre otras cosas, la visita proselitista de Kicillof a Neuquén reviste un especial interés. Ramón Rioseco, que acaba de visitar a Evo Morales, otro gesto financiado por el kirchnerismo para seguir entronizando una imagen planetaria del antiguo piquetero de Cutral Co, se fundirá en un abrazo con el ministro de Economía, sin estar seguro, en la intimidad, si se abraza al cohete que lo impulsará al estrellato, o al tronco que –por pesado- se hunde en las profundidades del hartazgo nacional.


El MPN mira esa escena posible –habrá que esperar a que se concrete realmente- con desdén. "Si viene en su rol ministerial oficial, será bienvenido. Si no, es una visita proselitista más de nuestros adversarios electorales”, dijo con toda claridad este sábado Rolando Figueroa, desde la apacible y segura Chos Malal.


Horacio Quiroga, mientras, se mostró otra vez con Mauricio Macri, esta vez en Buenos Aires, donde el porteño se floreó en un encuentro internacional de alcaldes e intendentes al que invitó especialmente a su aliado neuquino. Quiroga trabajará intensamente en la capital para terminar de levantar la intención de voto, que juzga, según sus encuestas, aun por debajo de lo que realmente puede obtener.


Lo de Kicillof el martes, con la carga indiferente del MPN a cuestas, servirá para que el conglomerado NCN-PRO-UCR reactive su visión de que en los comicios neuquinos se juega el anticipo de lo que a nivel país se definirá en octubre: una oleada de subversión anti-K, que chocará con fuerza contra los acantilados kirchneristas. Es decir, el cambio frente al no-cambio, la idea de que da lo mismo un K que un emepenista, ya que de lo que se trata es de agarrar por otro camino, el que lleve a un destino distinto, a una playa de doradas arenas, lejos de la rispidez alta y filosa de las piedras oscuras.


Así, la realidad neuquina se escribe día a día, y en esa realidad el MPN pondrá toda la carne en el asador. La evidencia de los recursos asignados impresiona. El 26 de abril agiganta el despliegue. Todos son concientes que es, como en el Juego de Tronos, una disputa imposible de transitar de manera incruenta. Y aunque la sangre sea metafórica, la pelea es sin piedad, con el cuchillo enarbolado, el poncho envolviendo el brazo, la mirada fija en las fintas que hace el enemigo.


Rubén Boggi

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