OPINIÓN

La mismísima pelotudez humana

Esta especie tan molesta que va evolucionando con el paso de los años.
martes, 18 de octubre de 2016 · 10:06

La pelotudez humana. Algo que no se puede explicar en pocas palabras, sin generalizar, sino más bien algo que se percibe… y con mucha facilidad.

Intento empezar de a poco. Según el diccionario, la pelotudez es una tontería. Para mí, sumamente minimizado. Sería mucho más que eso… Pero está bien, lo tomamos. "La tontería humana”, entonces.

Humano, homo sapiens, del latín homo "hombre” y sapiens "sabio”. De sabio, nada, aparentemente.

Es así como dos palabras contradictorias pueden mezclarse.

¿Dónde encontramos la pelotudez humana? ¿Por qué existe? ¿Uno nace o se hace pelotudo? ¿Cómo la identificamos?

La encontramos todos los días, en todas situaciones. Desde aquella persona que se sube a un auto y maneja, sin realmente estar seguro de lo que hace, hasta aquel que buscar llegar alto pisándote a vos.

Y así tenemos varios ejemplos… Tu vecino, tu ex novio, tu compañero de trabajo, tu mamá, tu hermano, el que te quiere cobrar de más el alquiler, el trabajador de SEIN que te puso una multa sin justa razón. La pelotudez humana, todo se resume en eso.

¿Nacen así? Intentemos creer que no. Intentemos creer que la pelotudez no viene en los genes y que, en realidad, esta especie tan molesta va evolucionando con el paso de los años a raíz de lo que la misma sociedad genera. Si no existieran los bancos, tampoco estaría el pelotudo que intenta colarse en la fila… ¿No?

Y con esto último respondemos también por qué existe la pelotudez humana. Es una bola de acciones que no termina. Él te hizo algo a vos, vos le hacés algo a ella, ella me hace algo a mí y yo se lo devuelvo. ¿Se puede evitar? ¿Acaso tiene cura este mal que tanto se siente? Claro que sí, pero si realmente queremos.

En definitiva, si prestamos atención, nosotros dejamos ser a la pelotudez humana, la dejamos vivir. Es cierto que yo no tengo la culpa de que vos estés mal con tu vida y seas un pelotudo, pero vos no tenés la culpa de que a mí me afecte todo y me molesten tus rollos. Yo no tengo por qué soportarte y vos a mí tampoco.

Dándole importancia a tu pelotudez, alimento la mía. Y viceversa. En definitiva, lo que quiero decirte, es que la pelotudez humana somos nosotros mismos. Aceptando la realidad podemos hacer algo. Mientras tanto, allá ellos con su pelotudez.

 

Sofía Seirgalea

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