EDITORIAL

MPN, Cambiemos y los demás, en medio de la incertidumbre

La híper sensibilidad denuncia una complicada trama en donde no hay certezas. Neuquén gana y pierde al mismo tiempo ¿quedará equilibrada? Quiroga y su propia incertidumbre.
sábado, 14 de enero de 2017 · 21:21

Cuando la política se distingue por la hipersensibilidad de sus referentes, suele indicar que hay más incertidumbre que certezas, más división que consensos, más pujas que tranquilos acuerdos. En Neuquén es lo que distingue el momento: una coyuntura en donde todos compiten, aun los que están en el mismo bando; en donde nadie está seguro del que tiene al lado; y en la que además todos están apurados porque llega rápidamente el momento de las definiciones, justo cuando haría falta un poco más, un tiempito para darse y acomodar los tantos de mejor manera.

Es un momento en donde nadie conduce la realidad. Esa existencia superior y esquiva arrasa con pretensiones y barre tanto con flojos como con presuntos fuertes. Es, de alguna manera, la nueva Argentina, un país en donde casi cualquier cosa puede pasar, y en el que el futuro suele ser ominoso, a tal punto que pocos creen de verdad que sería bueno que llegara. Neuquén, instalada en el centro de la coyuntura energética más promisoria y la vez más endeble de los últimos años, no encuentra consuelo verdadero. Lo que le dan por un lado (precio del gas alto) se lo quitan por el otro (baja el precio criollo del petróleo). Nadie, tampoco Omar Gutiérrez, sabe cómo resultará esta cuenta para los ingresos provinciales. Neuquén puede perder, si no produce rápidamente más gas. Puede equilibrar ingresos, si aumenta la producción. Pero raramente podrá ganar más de lo que gasta. Neuquén, y el MPN, están atravesados por ese conflicto generado en el insaciable poder devorador del Estado.

La coyuntura incide en los planes políticos porque no hay una conducción política firme. El MPN está dividido aunque no se le note demasiado. Es una conducción por sectores. En el mapa repasado rápidamente aparece el gobernador y presidente del partido, Omar Gutiérrez, con su grupo de leales; el vicegobernador y presidente de la convención, Rolando Figueroa, con sus incondicionales y aliados; el ex gobernador, Jorge Sapag, con su poder vigente aunque acotado a su condición de jugador detrás de cámaras; el senador y sindicalista Guillermo Pereyra, con el poder de ser factor determinante en la coyuntura energética. ¿Quién conduce al MPN? Todos un poco, pero la trama se complica a medida que se enfrentan nuevas dificultades. Por eso la oscilación es permanente, mientras segundas y terceras líneas incrementan fugaces odios y alegrías y terminan en una parálisis protestona, en la que se mascullan obscenidades acerca de lo que debería hacerse y no se hace, según el criterio de cada quien.

No está muy distinto el panorama del otro lado del mostrador electoral. En Cambiemos, las piezas se mueven y se reacomodan con la misma incertidumbre. Horacio Quiroga no termina de sentirse cómodo en la sociedad con el PRO. Por más que muestra una generosa retórica oficialista, halagadora del gobierno de Mauricio Macri, desde aquella central política se le demuestra desconfianza. Una prueba la dio el propio Macri cuando estuvo en Villa La Angostura, con una única foto política en respaldo del Cambiemos neuquino: fue con Leandro López, el joven diputado, un día antes de la pedrada en Traful y de aquella amonestación pública por la "deuda” del MPN hacia la provincia. Después, Quiroga fue invitado a la presentación del plan para revitalizar Vaca Muerta, y todas las flores se derramaron sobre los sindicalistas Pereyra y Manuel Arévalo, y sobre el gobierno de Gutiérrez. Quiroga salió en la foto casi como una concesión, y encima al otro día el ministro de Justicia y Derechos Humanos, Germán Garavano, firmó el acta acuerdo para canjear la U9 por la cárcel de Senillosa. Quiroga medita, por estos días, si le conviene seguir así o buscar por otros lados. Tiene las posibilidades abiertas…la bronca contra Macri avanza.

El resto del espectro político se organiza en la postura más fácil, la crítica. Contra el MPN y contra Cambiemos, por igual. Tienen como base la misma coyuntura energética, solo que mirada con el cristal negativo. Para el Frente para la Victoria, para el Frente de Ramón Rioseco y el UNE de Mariano Mansilla, para la izquierda neuquina, y para la CTA y sus combativos gremios, el acuerdo Vaca Muerta sólo traerá ajuste, flexibilización laboral, y negocios para las grandes multinacionales. Esta coyuntura, igual, pesca a todos desarmados y cada uno por su lado. Será improbable que confluyan. No hay tiempo ya en este año rápido e impiadoso.

En medio de la incertidumbre generalizada, el que más tiene para perder (y ganar) es el MPN. En la coyuntura, pende de un delgado hilo. Si equivoca el rumbo por la diversidad conductiva, corre el peligro de perder los comicios este año. Si erra algún cálculo, la realidad económica lo puede pasar por arriba. Ya hace rato que el trabajo de cada mes es reunir peso por peso la cantidad suficiente para pagar los salarios y cumplir las obligaciones primarias. Sin embargo, la salida para esta situación no es técnica, sino política. El MPN necesita otra zanahoria. En lo que a expectativas hace, Vaca Muerta ya no rinde, porque se consigue a costa de un ajuste relativo, sin satisfacción social presente. Otras banderas están a mano, como el gran tema del agua de los ríos. Pero allí persiste esa sensación culposa, esa ansiedad por la gambeta fácil.

¿Se notará algún cambio, evidente o no, antes de marzo? Dicen que todo puede pasar. Que el laboratorio de ideas y de disciplina en el aprendizaje político de la gestión está trabajando a pleno. Ahora, el gobernador se va a España. Estará ausente de la provincia durante una decena de días. Es un momento clave. Intenso. Híper sensible. La lógica se mezclará con la pasión. Llegan las elecciones, es decir, llega la catarsis para esa lógica, el cauce para esa pasión.

Rubén Boggi

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