HISTORIAS COTIDIANAS

Me chocaron el auto nuevo pero no fue cualquier persona

Algo que te pasa a vos y a mí. Realidades que vivimos en Neuquén City.
miércoles, 10 de mayo de 2017 · 18:32

Me entenderán si les digo lo que cuesta comprarse un auto. Si no tienen uno, comprenden que me estoy refiriendo al esfuerzo de tus días en el trabajo, para decidir invertir lo que "ganás” en algo. Yo decidí un Ford Fiesta Kinetic… Tampoco importa mucho.

Este lunes 8 de mayo había estacionado en calle Jujuy. Con Martín nos subimos al auto y aquella Eco Sport se ubicó en doble fila para ocupar el espacio que yo dejaba. Asomé la parte delantera, observando cada colectivo y auto que pasaban rápido, y sin darme cuenta, la camioneta ya había hecho marcha atrás. Lo hizo como si yo no estuviera ahí. Sentí el impacto… Quedé estupefacta, desconectada del momento. Pero, claro, en un momento reaccioné (muy mal).

Toqué dos veces bocina a modo de protesta, porque en algunos casos, uno suele accionar de manera estúpida (de nada servía el bocinazo).

-"Martín, me chocaron el auto… MARTÍN, ME CHOCARON EL AUTO”

-*Silencio absoluto*

En ese momento, todos los vehículos que se encontraban en el semáforo de esa calle, bajaron las ventanillas y sacaron los pochoclos para observarme. Bajé, le di una piña a la camioneta en su parte trasera. No conforme, me acerqué a su ventanilla y también la golpeé.

-"Bajate de la camioneta, me chocaste el auto. Me lo chocaste. Es nuevo. ME CHOCASTE EL AUTO” – Le grité (sin mencionar los insultos).

De pronto, una señora de alrededor de 55 años estaba mirándome.

-"Nena, pero vos viste que yo hacía marcha atrás”

-"¡¿Pero vos a mí me estás jodiendo?! Estaba saliendo…”

Hice un llamado para poder tomar sus datos pero decidí darle el celular a Martín. Ahora que escribo y ustedes que leen, puede parecer todo muy exagerado. Si se ponen en mi lugar en ese momento, pues no lo es. Sobre todo en esta sociedad.

-"¿A dónde vas?”

-"Yo me voy…” -Dijo mientras se alejaba.

-"Quedate acá… Dame tus datos. Ya”

-"No, no, yo me voy”

-"¿A dónde vas?”

-"Mentira nena, vivo acá en frente” – Lanzó mientras se reía en mi cara.

-"No me hagas chistes ahora… ¿No te das cuenta que estoy enojada?”

Sin dar más vueltas, a la mujer parecía importarle poco y nada lo que había hecho. Mi enojo, el impacto, el show en medio de la calle, el trámite en el seguro, entre otras cosas poco agradables.

Esa tarde, entre llamado y llamado, me enteré que aquella mujer había perdido un hijo hace pocos meses. Que su marido discapacitado no podía manejar y que ella estaba medicada.

Me encontraba entre la tristeza que me autogeneré por haberla tratado tan mal a raíz de un impulso. Es decir, no solo la insulté, sino que también golpeé su camioneta en lo que parecía un escándalo al estilo mexicano. Pero por otro lado, tenía bronca por no entender cómo alguien en ese estado pudo haber estado al volante y pensé: ¿Qué culpa tengo yo por lo que le pasó? No me importa lo material, me importa cómo todo mi esfuerzo se esfuma en cuestión de segundos, por una mala acción de otra persona.

Sin embargo, me quedé pensando toda la tarde en esa mujer que, no pudo dialogar por teléfono conmigo (lo hizo un familiar). En aquella señora que no era cualquier persona, sino un alma destrozada que intentaba como podía dar batalla a la vida. Alguien que, en lo que menos estaba pensando, era en un siniestro de tránsito.

Ahí comprendí la tranquilidad con la que me miraba cuando yo le gritaba, el humor soberbio que mantuvo y su mirada perdida. La no devolución de la agresión que, a mí, me salió de forma inmediata.

Por la noche, también con Martín, estábamos sentados en una vereda y la vi caminar. La frené y le hablé. No se acordaba de mí, hasta que colaboré para que lo hiciera.

-Te quiero pedir disculpas por cómo reaccioné esta mañana… No era la forma, pero me enojé mucho. Fue el momento.

-Yo no estoy muy bien… No te preocupes, le puede pasar a cualquiera.

Nos abrazamos.

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