Reflexiones

Repensemos un alarmante fenómeno cultural

La cultura de entretenimiento del siglo XXI es inherentemente violenta, y por primera vez, todas las generaciones pueden consumirla con un simple click. ¿Hacemos algo con esta tendencia?
viernes, 1 de abril de 2022 · 17:47

Desde que tengo memoria, resuenan en mi cabeza esas típicas frases de adultos sobre cómo los juegos para niños son violentos. “Eso que jugás en la PlayStation es muy violento para tu edad”, suelen decir. “Ojo con ‘Los Juegos del Hambre’, es una película demasiado sangrienta para adolescentes”, escuché cuando tenía once años. “No naturalices agarrarse a golpes como lo ves en Marvel”, y un niño de escuela primaria se te queda mirando con el ceño fruncido. 

La cultura de entretenimiento del siglo XXI es inherentemente violenta, y por primera vez, todas las generaciones pueden consumirla con un simple click. Películas que bromean con la muerte y las batallas, videojuegos donde uno puede ser un soldado o un ladrón, novelas que romantizan las guerras y la pérdida… Me animo a decir que quien haya nacido luego de 1990 se ha criado junto a constantes advertencias de cómo libros, juegos y películas son peligrosos. Sin embargo, poco más se dice o hace al respecto, y los adultos solo siguen con sus vidas esperando que sus palabras hayan sido suficiente para pacificar a aquella incipiente generación violenta.

Hasta hace poco, yo también seguía con mi vida casualmente. Como todo el mundo, devoraba relatos que ilustraban épicas batallas, duelos románticos, muertes trágicas y peleas físicas constantes. En ocasiones, me detenía a pensar en cómo estaba internalizando estas escenas, digiriéndolas de manera automática, insertándolas en mi cotidianidad. Las generaciones anteriores jamás habían experimentado eso. Nadie antes había estado tan expuesto a la violencia en su día a día. ¿Qué estaba generando eso en mi modo de pensar y actuar? Los relatos que consumimos nos afectan continuamente, sean ficticios o no, sean tweets o documentales, y normalizamos mucho de lo que vemos en ellos. ¿Y si mi hábito de leer me había convertido en una persona diferente?

Al rato, ya había dejado de pensar al respecto. No obstante, el reciente conflicto entre Rusia y Ucrania volvió a traer a colación esta problemática. Cuando abría las redes sociales, no encontraba solamente noticias, sino también memes. Chistes. Bromas. Me cruzaba con stickers graciosos de la cara de (Vladimir) Putin, y luego todos comentaban en sus perfiles su pésame por los ucranianos. Es más, Instagram y TikTok estaban plagados de recomendaciones: “libros con guerras bien escritas”, “películas con guerras parecidas a la de Ucrania-Rusia”, “mis 5 batallas favoritas de la historia”. Vale aclarar que ninguna de estas recomendaciones buscaba generar conciencia sobre el conflicto que está tomando lugar. Nadie buscaba aportar su granito de arena, sino simplemente aprovechar la violencia latente en Ucrania para “conseguir likes”. “Estoy leyendo a este autor que escribe muy bien sobre la muerte en el campo de batalla porque Ucrania-Rusia me inspiró”, decían varias publicaciones en Facebook. La muerte de miles de soldados al otro lado del mundo se convirtió en una manera de crecer en seguidores en las redes sociales.

Comencé a preguntarme, entonces, en el porqué de este alarmante fenómeno cultural. La pregunta “¿por qué te gusta tanto leer?” me acompaña desde que era chica, y entre mis extensas respuestas, siempre se encontraba la manera en la que la ficción se conecta con la vida cotidiana. Influencia, critica, juzga, inspira, y cambia nuestra perspectiva. Está científicamente probado que leer regularmente incrementa tus capacidades empáticas, dado que el cerebro digiere lo que está leyendo como si fuera real. Puede imaginarlo, puede ponerse en esa situación, puede estar dentro de la ficción.

Pero si esto es así, ¿dónde, cuándo y por qué perdimos nuestra empatía respecto a Ucrania y Rusia? ¿Por qué leer sobre guerras, muerte y violencia no ha engendrado a individuos que repudien estos elementos? ¿Cómo se convirtió la literatura en algo que extirpa nuestra sensibilidad en vez de acercarnos más a otros? Leer de escenarios terribles nos hace tomar consciencia sobre ellos, o al menos eso es lo que se ha dicho respecto a videojuegos, películas, series y novelas todo este tiempo. No obstante, ahora que tenemos un ejemplo tangible, una real situación bélica en el este europeo, se siente como si todo fuera un cuento. Como si fuera ficción. Lo naturalizamos, hablamos trivialmente al respecto, y pensamos en toda esta violencia como algo aborrecible pero abstracto. Lejano. Foráneo. En algún punto, hemos normalizado la violencia. La ficción que consumimos parece tener efectos nocivos, e incluso parecemos habitar nuestro propio mundo como si se tratase de una buena novela.

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