VIAJES

La aventura de cruzar la Patagonia de la cordillera al Atlántico

Recorrer la región, desde la Cordillera de los Andes hasta la orilla del mar, es una experiencia única que vivimos a bordo del Tren Patagónico. Un paseo de más de 800 kilómetros que se disfruta a lo largo de todo su recorrido a través de la inmensidad de la estepa rionegrina.
jueves, 21 de abril de 2022 · 20:04

Por Ceci Russo, desde Bariloche. Fotos de Marcelo Muñoz.

 

Una vez a la semana suena la campana en la estación del ferrocarril en San Carlos de Bariloche. Cada domingo, se anuncia que el Tren Patagónico está a punto de partir. Cinco vagones llenos de pasajeros y un carro comedor están preparados para encarar la Línea Sur que une la ciudad andina con la capital rionegrina, Viedma. Por delante esperan unas 18 horas de viaje y muchos, muchos paisajes asombrosos.

Con la puntualidad que caracteriza históricamente al servicio de trenes, apenas el reloj de la estación ubicada al Este de Bariloche marca las 17, suenan dos silbatazos, una bocina y el tronar de las ruedas con los rieles. De a poco avanza y va dejando atrás a una ciudad urbanizada,  con su tránsito y su movimiento usual a los pies de la montaña. 

 

A los pocos minutos, la geografía andina se va fundiendo con la amarilla, roja y amarronada estepa otoñal. Ya no hay calles, ni rutas, y apenas se ve un manojo de casas distribuidas entre los matorrales. "Quizás en la soledad no haya dolor" dice la canción de León Gieco sobre esa casa sola que se ve desde un avión. Y sí, este paisaje nos transporta a pensar en nada. Y en todo.

Cada nuevo cerro, los árboles, todo el paisaje parece esconder a los dinosaurios que vivieron allí hace millones de años; el dibujo de las laderas son el recuerdo de un glaciar que decidió dejar su huella. Todo es historia, geografía, biología; una clase de dibujo.

 

Guanacos, ovejas, caballos, liebres y hasta una bandada de choiques nos acompañan. Las vacas pastando se hacen las desentendidas cuando escuchan pasar el tren. Siguen con su pastoreo antes de que el invierno llegue y la nieve lo cubra todo.

A solo 30 km de Bariloche, la primera estación, Perito Moreno, donde el tren ya no para, entre paredes de  piedras, techo de zinc y pisos de madera, pobladores y turistas se acercan para juntarse y saludar a la gran máquina que bambolea por las vías.

Por delante quedan 11 pueblos y localidades que recorren el pasado y el presente de Río Negro: Pilcaniyeu, Comallo, Clemente Onelli, Ingeniero Jacobacci, Maquinchao, Los Menucos, Sierra Colorada, Ramos Mexía, Valcheta, San Antonio Oeste y Viedma. El tren Patagónico hace la traza de la histórica Línea Sur, una huella que dejaron los antiguos pobladores que recorrían a lo ancho la Provincia con fines comerciales y/o demográficos.

 

La construcción del tendido ferroviario por el que avanza permitió unir los dos extremos de la Provincia. El tendido es histórico; une, desde 1934, las localidades de Viedma con San Carlos de Bariloche y se posiciona como un atractivo más para el turismo, y es la conexión que usan cientos de pobladores para moverse en el territorio.

Además de los cientos de parajes por los que pasa, a su costado, por tramos, acompaña la Ruta 23 y varios caminos y senderos que sólo los buenos baqueanos saben dónde van.

 

Son 18 horas, 821 kilómetros, en que los viajeros pueden asomarse por las ventanillas de la formación y sentir la paz que transmite la soledad de la estepa de Río Negro,

 

Dentro de cada vagón se puede caminar, recorrer otros, ir al comedor y tomar o comer algo rico. Y siempre los grandes ventanales nos invitan a mirar y mirar esa extensa Patagonia que parece no terminar nunca.

 

Luego de pasar tres localidades, cae la noche y adivinamos la geografía por los movimientos de la máquina. Va lento, subimos un cañadón; va rápido, estamos en la bajada; se ven luces: arribamos al próximo pueblo. El mecer de los rieles y la oscuridad imponente de la nada misma, nos deja dormir y soñar.

Minutos después de las 7 de la mañana de cada lunes y con las primeras luces del amanecer, el tren llega a la ciudad portuaria de San Antonio Oeste, donde el 90% de los pasajeros se bajan y los trabajadores ferroviarios aprovechan para ajustar la maquinaria y cambiar la posición de la locomotora. El recorrido sigue hacia su destino final, Viedma. Y aguardará unos seis días para realizar el camino de regreso, exactamente con las mismas postales solemnes de la región.

 

Son 18 horas, 821 kilómetros, en que los viajeros pueden asomarse por las ventanillas de la formación y sentir la paz que transmite la soledad de la estepa de Río Negro, una zona inhóspita en la que el paisaje ondulado y suave está poblado de mallines, montes, mesetas y muchas emociones.

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