Fotografía emotiva

¿Cuántas veces quisiste volver a tu casa de la niñez? 

Delfina Filloy cumplió el deseo de regresar a su infancia (pero no a su casa). Volvió, investigó y creó imágenes de un pueblo que ya no existe más.
miércoles, 12 de agosto de 2020 · 09:37

Volver a la casa de la niñez. Pedir permiso para entrar, temblar de nervios, sentir cómo se eriza tu piel por la emoción que traen los recuerdos, correr a la ventana, cerrar los ojos e imaginar tu patio tal cual lo viste la última vez, volver a la mirada de niña, al lugar en el que tomaste un helado por primera vez. 

Delfina aprendió a andar en bicicleta en Rincón Chico, un pueblo que se creó para luego desaparecer. La organización de esta comunidad fue en torno a la  construcción de una represa en Piedra del Águila en 1984. Llegaron familias de distintas localidades y países limítrofes. Hoy sólo una estructura tatuada de recuerdos queda de este pueblo, una arquitectura íntima de la comunidad que allí vivió.

 

 

En sus últimos trabajos, la artista y comunicadora audiovisual Delfina Filloy vuelve a Rincón Chico para investigar y crear imágenes en relación a la memoria colectiva territorial de aquellos sitios que están fuera de los mapas oficiales.

¿Quién estás siendo?

Creo que soy un sinfín de emociones que me atraviesan en mis diferentes versiones: soy hija, hermana, amiga, artista, trabajadora, feminista. A veces intento ser escritora, otras veces fotógrafa y a veces no me sale ser nada, pero creo que, sobre todo, soy muy optimista del mundo y de todas las formas que tenemos de habitarlo. ¿Cómo no voy a ser optimista si nací en un lugar que no existe más e intento volver a encontrarlo en cada cosita que hago?

 

 

¿Cómo recordás la vida en la villa?

Para mí Villa Rincón Chico es la primera vez de muchas cosas. Ahí aprendí a andar en bici y a cuidar la naturaleza. Ahí probé el helado por primera vez, conocí a mis primeros amigos, tuve mi primer perro. En la Villa conocí la nieve y también el viento, fui al cine y al teatro por primera vez. Digamos que todas las primeras veces de esas cositas súper pequeñas pero importantes de la vida, me pasaron ahí. 

 

 

¿Qué sensación queda luego de haber vivido una parte importante de tu vida en un lugar que se construyó para luego desaparecer?

Siempre es necesario tener un lugar al que llamar hogar, no importa en qué condiciones esté dado, no importa si es grande o chico, no importa si es temporal o es "para siempre". Sabemos, de manual, que los "para siempre" terminan. Es un poco esa idea romántica de ser felices mientras estemos aquí. Creo que necesitamos percibir la idea de hogar de esa forma, sino la libertad es una palabra vacía. Mi vieja plantó mil tipos de plantas en el jardín de nuestra casa de la Villa y las plantó sabiendo que unos años después nos íbamos a ir. Creo que ese gesto resume un poco todo. 

 

 

Contanos de tu proyecto Rincón Chico.

Mi lema para explicar Rincón Chico es el siguiente: Nací el 28 de octubre de 1989 en un pueblo de la Patagonia que no existe más. Veintinueve años después regresé, de la mano de mi proyecto artístico, a caminar sus ruinas que esconden las historias de las diez mil personas que lo habitaron. Villa Rincón Chico no está en los mapas oficiales. A Villa Rincón Chico no me lo enseñaron en clase de geografía de la escuela. Villa Rincón Chico es mi identidad. Villa Rincón Chico es mi familia. Villa Rincón Chico son las diez mil personas que nacieron, vivieron y crecieron allí. Pero no existe más. ¿En dónde no existe más? 

¿Cómo y cuándo inicia?

La verdad, siempre naturalicé esa parte de mi historia. Hasta me parecía cómico pensar que el lugar donde nací, hoy es un pedazo de tierra y ruinas. En el año 2017 vivía en Madrid y estaba investigando sobre los no lugares, los sitios de paso y no permanencia. Me metía en el Metro y me pasaba horas filmando y sacando fotos de todo lo que pasaba en ese lugar absurdo, donde todos pasan pero nadie se queda.

 

Geografía subterránea, Madrid. 

 

En ese marco, me reencontré con mi pueblo desaparecido, porque era muy acorde a todo ese mundillo que intentaba descifrar en los subsuelos. Por una cuestión de distancia, la única posibilidad de volver a Rincón Chico era a través de Google Maps. Ingresé a la plataforma y me encontré con que es imposible visualizarlo de otra manera que no sea satelitalmente (las opciones de navegación en tiempo real o streetview no son posibles).

 

 

Al principio me enojé con Google y empecé a cuestionar las decisiones, más bien políticas, a la hora de trazar los mapas oficiales, en el contexto de un mundo que está mapeado por Google. Me preguntaba por qué un lugar donde vivieron diez mil personas ya no se puede ver y con cuántos lugares pasará lo mismo. Sin embargo, me di cuenta que en lo que Google no me da, yo encuentro una oportunidad y ahí un poco me amigué: digamos que en esa imagen rara, distante y super pixelada que me da GoogleMaps de Villa Rincón Chico cuando navego, comienza toda la vuelta a mi pueblo y a mi casa, a mi historia y a la historia de la gente que vivió allí. En ese gesto de volver hallo la manera de reivindicar lo perdido, de recomponer lo destruido y de revalorizar la memoria colectiva, como el mejor modo de garantizar el no olvido de los lugares y sus historias. Y ahí toda esa imagen pixelada de los "mapas oficiales", se vuelve más significativa que nunca y no es gracias a la tecnología justamente. 

 

A Villa Rincón Chico no me lo enseñaron en clase de geografía de la escuela. Villa Rincón Chico es mi identidad.

 

¿Qué descubriste en el desarrollo de este proyecto?

Muchas cosas. Este es un proyecto de vida, es como un motorcito que te mueve y a veces también te frena y eso te enoja un poco. Tengo momentos en que quiero hacerlo a un lado y ponerme a hacer cosas que no tengan nada que ver con esta historia, pero siempre vuelvo o termino vinculándola con otras cosas. 

Conocí muchas historias de mis viejos ahí. Mi vínculo con ellos cambió muchísimo a partir de este proyecto; creo que ellos son más hacedores de esto que yo. Se pusieron la diez buscando fotos, llevando a digitalizar, ayudándome a contactar gente, yendo a verme y emocionándose cuando hablaba en algún lado del pueblo y de toda esta locura.

 

 

Además, conocí artistas que también nacieron y vivieron en la Villa, me contacté con mucha gente que me ofreció sus archivos, sus fotos y sus anécdotas en el pueblo. Eso es genial y además es un regalo con mucha responsabilidad: imagínate que la gente te confía sus recuerdos, sus historias. Es un gesto de amor muy grande y además, es importantísimo que suceda, porque sin esos vínculos y esas voces, un proyecto como este se cae o pierde sentido rápidamente.

 

Todas las primeras veces de esas cositas súper pequeñas pero importantes de la vida, me pasaron en Villa Rincón Chico.

 

Lo comunitario es lo más importante de cualquier pueblo. Ese fue un paradigma que también trasladé a mi proyecto. Si bien es importante lo autorreferencial y el detalle de mi nacimiento en ese sitio, llega un momento que eso solito se cae; necesitas otros nombres, otros condimentos, y eso sí o sí se encuentra en el aspecto comunitario. La última obra que hice resume esta idea. 

Entonces, la vuelta a Rincón Chico que no sólo fue física, porque tuve la oportunidad de volver varias veces con mucha gente que me acompañó y me bancó, significó reencontrarme con muchos pedazos de memoria, en forma de todo lo que te imagines: fotos, videos, archivos, informes sobre la planificación del pueblo y la presa, documentos, cartas, diarios íntimos. 

Fue increíble descubrir que, en definitiva, los lugares son el tejido de la memoria y los necesitamos para que todos esos pedacitos tengan una forma y estén arraigadas a una cartografía. 

¿Cómo imaginas el futuro de este proyecto artístico? 

El 2020 empezó con muchas ideas en la cabeza respecto a Rincón Chico. La pandemia coincidió con mi vuelta a vivir al Alto Valle y eso cambió muchos modos de pensar el proyecto. 

Me pasó de encontrarme con gente de acá que no conoce esta historia, y a veces no alcanza con hacer una obra para exponer en un lugar y que la vean los que vayan a ese espacio. Justamente este contexto de virtualidad me hizo pensar en esa vueltita de rosca que necesito. 

 

Quizás, aunque me cuesta un poco porque soy muy analógica, el futuro más próximo sea en el mundo digital y de la web, y en eso estoy ahora. Necesitaría de una gran mano programadora, porque soy muy mala con eso. El concepto de cartografía sigue en la órbita y me gustaría llevarlo a otras plataformas, donde me siga encontrando con historias de mi pueblo y que todo el mundo pueda conocerlas. De alguna forma, hacer más público y a mano de todos la historia de Villa Rincón Chico. Que salga para afuera.

 

 

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