REFLEXIONES

El nombre de la risa

Se dice que es más difícil hacer reír que llorar. Pero también una lejana canción nos aclara que es preferible reír que llorar. ¿Alguna vez no lo fue?
sábado, 11 de diciembre de 2021 · 16:57

Por Carlos Ramos, humorista y actor patagónico. 

Tanto en el cine como en la literatura, la comedia, la hilaridad y la parodia están vistas como géneros menores. Es mas fácil obtener un premio por ponernos tristes que por darnos alegría; el actor de drama se lleva la estatuilla y el cómico el afecto del público, que no es poco.

Al parecer las historias que nos acongojan nos dejan una enseñanza, mientras que las que nos sacan una sonrisa, solo nos evaden de los problemas por un rato. Sin embargo, la risa es un arma poderosa a la cual también se le teme o se le desprecia.

El nombre de la rosa, esa apasionante y densa obra literaria de Umberto Eco, no es un texto humorístico, en ningún sentido, pero es, en el fondo, una defensa de la risa porque nos revela cómo en el siglo XIV la sátira era temida, hacía perder el miedo, y el miedo es lo que contiene al ser humano, el miedo a Dios, a la Ley, al Poder, ese poder que representa el monje anciano y ciego, que envenena las hojas de los libros que se toman la vida en solfa. Detalle al margen, ese monje, no es otro que Jorge de Burgos, más conocido por nosotros como Jorge Luis Borges, un gran homenaje a un escritor reconocido también en su tiempo por su peculiar sentido del humor, que no muchos captaban.

 

La más monumental obra literaria en idioma español, traducida a 140 lenguas, esa del caballero loco y su escudero, era una crítica del Siglo de Oro a las novelas de caballería; era, ante todo, una parodia. Si hubiese existido el premio Nobel en el 1600, seguramente Cervantes hubiera sido abiertamente ignorado por el jurado, el cual se habría inclinado por gente más seria, como Lope de Vega.

 

La suerte del humor en la literatura es la misma que en el cine: la incorrección del humor juega en su contra, pero sobrevive.

 

Es que es mucho menos deshonroso decantarse por alguien en cuya prosa puede leerse “Quien no sabe de amor, vive entre fieras…” que por alguien que escribe “de noche todos los gatos son pardos” y lo pone en boca de un Sancho Panza, que hoy bien podría encarnar Homero Simpson.

Quijote y Sancho por María Fernández Rei
 

La suerte del humor en la literatura es la misma que en el cine. No se le dieron galardones a Tom Hanks hasta que se convirtió en actor serio, y dejó de hacer filmes disparatados como Despedida de soltero o El hombre del zapato rojo. Escasas excepciones se han dado en épocas pasadas de reconocimientos al humor en el cine. Un ejemplo es la película Circo, de Charles Chaplin, de 1928. Recibió 4 nominaciones al Oscar por mejor película, dirección, actor, y argumento.

 

Paradójicamente la Academia le retiró pronto las nominaciones, era demasiado, y le otorgó a Chaplin el Oscar honorífico. Así todos quedaban contentos. Ese año ganaría el Oscar a mejor película El Séptimo Cielo, un film dramático-romántico. La historia de Chico, un joven que trabaja limpiando las alcantarillas de París y sueña con ser ascendido para poder… ¡barrer las calles!  Triste, demasiado triste…

Circo, de Charles Chaplin
 

Argentina también tiene a su Tom, quien otro que Guillermo Francella. Recordemos una anécdota del cómico Emilio Disi, quien en una entrevista dijera que Francella, luego de consagrarse como actor dramático, ya no quería participar en proyectos como Los Bañeros porque rechazaba lo popular.

Es que tal vez lo popular no genera prestigio.

Guillermo Francella en la película "El secreto de sus ojos".
 

Hoy, más que ningún otro género, el humor en todas sus manifestaciones se reformula, se plantea nuevos desafíos, porque siempre fue hijo de la sociedad y la época en que se desarrolló. La Televisión argentina casi lo ha desterrado, salvo en participaciones secundarias. Por reducción de costos o porque muchos empresarios se cuidan las espaldas ante posibles demandas que acarrearía herir esta u otra sensibilidad. Lo cierto es que el humor es burla, y burlarse hoy no está bien visto. La incorrección del humor juega en su contra. Pero sobrevive.

Quién sabe de qué nos reiremos en el futuro, lo cierto es que no dejaremos de hacerlo. Porque la risa y el llanto nacen y mueren con nosotros. Y como decía el genio del bombín y el bastón: “Un día sin reír, es un día perdido”.

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