Historias Vivas

Nicolás, el hombre de los 11 mil panes dulces

Papá Noel versión panadero. Nicolás Martínez es de Bariloche y desde hace 27 años cocina miles de panes dulces para ser distribuidos gratuitamente en hogares de la provincia de Río Negro. ¡Este año superó los 11 mil!
jueves, 30 de diciembre de 2021 · 17:11

Por Ceci Russo para Suplemento Vivo. Hace más de un mes atrás, al igual que los últimos 27 años, el panadero Nicolás Martínez se pone en marcha con la misma tarea: juntar harina, azúcar, moldes, frutos secos y muchas voluntades para elaborar una gran cantidad de pan dulce y llegar a la mesa de miles de familias durante las Fiestas.

Este año, llegó a hornear más de 11.000 panes dulces junto a su grupo de amigos, amigas y personas voluntarias, los cuales llegaron a hogares de San Carlos de Bariloche y la Región Sur.

“Yo lo que quiero es que este pan dulce lo goce una abuela con su familia; o tal vez un niño. Esto tiene un sentir, a lo mejor espiritual, que muchos no van a entender, pero que nosotros sí entendemos, y mucha gente nos acompaña”, expresa Nicolás.

 

 

 

Tradición solidaria

A pesar de que casi pasaron tres décadas, Nicolás, a sus 76 años, conserva la emoción a flor de piel cuando habla sobre la iniciativa que en cada fiesta dibuja una sonrisa en el rostro de las familias y genera alegría en las instituciones comunitarias de Bariloche y los parajes de las regiones sur y andina.

Al hombre le gusta ayudar y lo demuestra con hechos, desde hace 27 años. Nació en Paraguay y bajó hasta Bariloche para trabajar en la construcción, pero su oficio de panadero le ganó a los ladrillos y en estos último días del año se la pasa amasando panes dulces para que a ninguna familia carenciada les falte en su mesa navideña.

“Desde el año 1995 venimos realizando en San Carlos de Bariloche y en forma consecutiva, el tradicional Pan Dulce Solidario, y lo distribuimos en los sectores más humildes de la ciudad como así también en la Línea Sur rionegrina”, cuenta.

 

 

“Empezamos con esta iniciativa por la crisis económica que empezamos a vivir ese año, muchos problemas en el país y, sobre todo, gente sin trabajo. En su momento lo hacíamos a través de la Asociación de Desocupados Bariloche (ADB) y hoy en día conformamos el Grupo solidario de panes dulces”, explica.

Este grupo solidario se reúne año a año. En sus comienzos, se elaboraron 580 panes, y durante las siguientes ediciones fueron aumentando la producción, alcanzando, por ejemplo el record con 12.528 panes en el 2017

 

 

“El que da, siempre tendrá”

Para la producción de los miles de panes dulces, los voluntarios trabajan 15 horas diarias, empleando aproximadamente 4000 kilos de harina, entre otros ingredientes, “los cuales se hacen insuficientes porque cada año queremos llegar a más mesas”, dice Nicolás quien es la cara visible que busca y encuentra las donaciones de los insumos.

“El que da siempre tendrá y el que ama no morirá falto de amor” escribió Nicolás en letras grandes en la cocina del ex Hogar Gutiérrez de Bariloche, donde ha formado su base solidaria. Él mismo comanda la cocina y lo ayudan cinco voluntarios que se turnan para amasar. 

El equipo lo completa varias decenas de voluntarios que se organizan para empaquetar, buscar insumos y luego repartir los panes dulces a los barrios e instituciones necesitadas.

 

 

La planificación diaria es la misma todos los años. Junto a su equipo de amasadores se turnan para completar el franja horaria de 7 a 22. La  meta es hacer 500 panes dulces por día. Así, la cocina de Nicolás huele a amor y a solidaridad.

Ya elaboramos más de 11.200 panes y seguimos, porque siguen llegando donaciones”, dice orgulloso, mientras prepara una nueva tanda, con la sana ambición de hacer los que más se puedan. 

 “Más de 3000 se fueron a la Línea Sur”, dice feliz. “La gente ha colaborado en los últimos días, algunos que ya habían donado al principio, reforzaron la ayuda y eso es digno de destacar. Agradezco a todos y les deseo bendiciones".

Solidaridad hasta el último día

La tarea titánica de Nicolás sólo tiene una recompensa: hacer que en todas las mesas de las familias humildes haya un pan dulce. “Acá no hay bandera política ni creencia religiosa”, aclara.

“Es un sacrificio que al final tienen su premio y es que cada persona tenga algo para compartir con su familia”, cuenta. 

 

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