Historias Vivas

“El Santo argentino de Madagascar”, el documental premiado en Nueva York

Es argentino, vivió en Junín de los Andes y, en Madagascar salvó a miles de la extrema pobreza. Fue nominado al  Premio Nobel de la Paz y ahora protagoniza un documental premiado en el New York Festival.
martes, 23 de febrero de 2021 · 14:26

El Padre Opeka es enorme. Para quienes no lo conocen, es un cura argentino nominado al Premio Nobel de la Paz y, radicado en Madagascar (África) desde hace 50 años, ayuda día a día a miles de personas a dejar la vida en los basurales para construir su propia casa. Su historia fue la protagonista de  “El Santo argentino de Madagascar”, documental ganador del New York Festival.

El Padre Opeka es hijo de refugiados eslovenos, nació en San Martín (provincia de Buenos Aires), vivió en una comunidad mapuche de Junín de los Andes a los 17 y desde hace cinco décadas realiza un trabajo solidario y de construcción social enorme en Madagascar.

Explica su trabajo en forma tan sencilla que conmueve: las familias van a verlo y se incorporan al grupo de trabajo en las canteras. El pago que reciben les permite sobrevivir. La comunidad que formó ya suma miles de personas y de a poco se lograron construir más de 4.000 casas para familias que vivían literalmente en la pobreza, en la calle, hurgando en los basurales para poder comer. “Estas son las reglas: trabajo, escuela obligatoria y disciplina”, dijo sobre los requisitos que les pide a quienes quieren formar parte de la comunidad.

La comunidad de Akamasoa (la “Ciudad de la amistad) cumplió 30 años en 2019; abarca ahora más de 18 aldeas, donde personas y familias que antes no tenían hogar viven en más de 4.000 casas de ladrillo. Ofrece a los niños y jóvenes una educación integral, desde el jardín de infantes hasta la universidad, y en la actualidad unos 13.000l están incluidos en el sistema escolar.

El Padre Opeka es enorme y tuvimos el placer de entrevistarlo allá por 2015. De tremenda actualidad, les compartimos sus palabras, que invitan a la reflexión y a la puesta en marcha:

 

 

 

Cuando llegó a Madagascar, ¿por qué dijo “tengo que quedarme acá”?
Cuando vine a Madagascar por primera vez tenía 22 años. Viendo este pueblo tan acogedor, solidario y con una amabilidad natural  fuera de lo común, me dije: Aquí tengo que volver y quedarme junto a ellos para darles una mano, levantarlos y salir juntos del pozo de la extrema pobreza donde había cado a causa de políticos corruptos.

¿Cuál ha sido la experiencia más transformadora que le ha tocado vivir en su vida de servicio? ¿Y la más maravillosa?
La más transformadora fue cuando con 17 años en la Cordillera de los Andes, cerca del volcán Lanín, vi a nuestros hermanos mapuches viviendo pobremente y olvidados del resto del país. Solos con sus dramas, asumiendo con coraje una vida austera, con frio, vientos y son ningún futuro. La experiencia más maravillosa fue cuando los niños del basurero de Andralanira (capital de Madagascar) aceptaron venir a la escuela y triunfaron, y hoy son ellos los educadores de la nueva generación. ¡De un basurero hemos hecho un oasis de esperanza, de fraternidad, de alegría.

Rescató a más de medio millón de personas que vivían de la basura en África, creó Akamasoa, pueblos y colegios y hoy es considerado “el albañil de Dios”. Si pudiera poner en palabras el recuerdo de estos años de trabajo, ¿cuáles serían esas palabras?
Difícil de resumir una lugar de 26 años pero podría humildemente expresar esa lucha sin tregua con la siguientes palabras, que más que palabras son actos, acción, lucha, vida: es rebelión, es trabajo, disciplina, fidelidad al compromiso, saber perdonar, el olvidar el mal sufrido y continuar la aventura humana en favor de los pobres. He comprendido que una comunidad se puede construir con amor, paz y alegría.

¿Cómo hizo para ganase al pueblo africano?
Se gana con trabajo, espíritu de fraternidad y viviendo en medio de los pobres, trabajando a la par de ellos y compartiendo sus penas y alegrías y, sobre todo, tus talentos y riquezas con los desposeídos. Sobre todo, compartiendo los momentos más difíciles.

 

 

A los 17 hizo su casa entre los mapuches de la Patagonia y ahora echó raíces en África. ¿Qué hay en común en las miradas de ambos pueblos?
Que ambos pueblos, a pesar de ser extremadamente pobres y excluidos del progreso y de la sociedad humana, han conservado una mirada positiva de la vida. Han conservado la alegría de vivir y la espontaneidad de las relaciones humanas. La amistad y la compasión entre ellos no son palabras, son hechos. Ambos pueblos prefirieron la simplicidad y la armonía antes que el poder del dinero. Conservan la solidaridad como piedra angular de la vida social.

¿Qué dejó suyo por este lado del mundo?
Una rebelión profunda, siempre me pregunté: ¿Por qué tiene que haber niños con hambre, sin futuro y olvidados por el resto de la Nación? ¿Por qué un país tan rico como la Argentina acepta que haya pobres y que haya niños que no tienen el mismo derecho de los demás?

¿Cómo despertar a los corazones dormidos?
No hay fórmulas mágicas, sólo acciones, gestos concretos que pueden despertar a aros hermanos que duermen en sus torres de marfil pensando que viven solos y que pueden ser felices cuando la verdad es todo lo contrario. Sólo viviendo como hermanos y hermanas y compartiendo podemos ser felices y respetándonos unos a otros, nunca solos. Comprender esto ya es tomar la buena  dirección en su vida y la esperanza ya no es una utopía sino una realidad que da fuerza y nos empuja a ser más humanos.

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