REFLEXIONES

La historia de amor detrás de la película más filosófica de Jim Carrey

Quiénes fueron Abelardo y Eloísa, y por qué olvidar no siempre es posible.
viernes, 21 de enero de 2022 · 14:43

Por Carlos Ramos, humorista, actor y lector patagónico.  

Una de las grandes películas filmadas por Jim Carrey, precisamente en donde no realiza un papel cómico, nos hace ver el terror que tenemos los humanos a enfrentar nuestros propios sentimientos y vivir los necesarios, y penosos, duelos que llevan a nuestra evolución como personas.

“Eterno resplandor de una mente sin recuerdos” del año 2004, esa es la película, nos muestra a una pareja que decide borrar de su memoria la etapa del noviazgo y todas las experiencias que vivieron juntos para así evitar la tristeza de la ruptura.

Se ha escrito mucho sobre lo que plantea filosóficamente esta obra, pero no es frecuente encontrar el origen de la historia de amor que le da nombre.

Foto: Pintura de Eloisa y Pedro Abelardo - Óleo de Edmund Blair Leighton.
 

1. En el nombre de Pope

El título original ("Eternal Sunshine of the Spotless Mind") en Argentina no se modificó, mientras que en España se tradujo con bastante desatino como "¡Olvídate de mí!"… un nombre bastante olvidable por cierto. (Nos recuerda ese meme del Joker traducido como El Bromas).

Retomando, el título proviene de un poema de Alexander Pope "Eloísa a Abelardo", que narra la historia de una relación amorosa trágica, en la que el olvido se convierte en el único consuelo de la heroína.

En el cementerio parisino de Père Lachaise, uno de los más famosos del mundo, reposan los restos de los eternos amantes, Abelardo y Eloísa, junto a grandes celebridades, maestros de la literatura como Molière, Jean de La Fontaine, o de la música como Chopin, Georges Bizet, María Callas y hasta el mismo Jim Morrison.

 

Video: Joaquín Sabina también les dedicó una canción a los amantes. 
 

2. Ellos

La raíz de esta historia, se remonta al Siglo 12, el llamado Siglo del Feudalismo. Por esa época vivieron Eloísa y Abelardo, sí, pongamos a Eloísa primero, hagamos justicia, como ya hicimos con Gretel y Hansel, y algún día se hará con Julieta y Romeo.  

Pedro Abelardo había nacido en 1079, en Le Pallet, una villa fortificada próxima a Nantes. De familia acomodada, su educación provenía de los mejores colegios. A los 20, en París, estudiaría Gramática y Retórica, y luego comenzaría una carrera como educador.

Crítico e inconformista, pronto refuta y pone en ridículo a sus ex maestros, por lo que obtiene una gran repercusión. A su vez, se convierte en la inspiración de los jóvenes, que lo siguen como abejas a la miel. 

Abelardo era el ídolo de la sociedad estudiantil y tenía tanta fama, dinero y estatus que llegó a creerse “el único filósofo que quedaba en el mundo”. Desde Londres e Italia acudían a Francia para recibir clases con el hombre que decía saberlo todo, sobre todo.

Foto: Pedro Abelardo, una mente brillante.

 

Eloísa del Paráclito había nacido en 1101, 1102 o tal vez en 1092, o por ahí. La fecha exacta es incierta, lo cierto es que no había demasiada diferencia de edad con Abelardo, a lo sumo 13 años.

Eloísa era hija ilegítima de un noble y estaba bajo la tutela de su tío Fulberto, un canónigo de la catedral de París. Contaba con gran educación, y podía entender el latín, el griego, y el hebreo. Una cultura extraordinaria para la época.

Abelardo había oído hablar de ella, aun antes de conocerla. Pronto surgió en este filósofo y teólogo un ferviente deseo de instruirla, pero también de seducirla, así lo reconoce en sus escritos.

 

3. Letras calientes

Al principio inició con la joven un intercambio de epístolas con el fin de ofrecerle sus servicios de educador. Pero, una carta llevó a la otra, y terminaron escribiéndose con intenciones más que románticas… diríase, apasionadas.

Se conserva de aquella época el epistolario entre los jóvenes, se lo conoce como “Cartas de los dos amantes” (Epistolae duorum amantium), y es un fiel reflejo del amor que se profesaban, entre otras cosas.

 

4. Los cantos de Abelardo

Abelardo, además de enseñar, se había dedicado al noble arte de componer en lengua romance obras que gustaban a todo el mundo y en especial a las mujeres.

Escribe Eloísa, en una de sus cartas: “Amor mío, tenías, he de confesarte, dos cualidades especiales que podían deslumbrar el interés de cualquier mujer: la gracia de hacer versos, y de cantar…”

¡¡Cantar!! Gran cualidad de la que carecen los filósofos de hoy día. Nos sería imposible imaginar a Darío Sztajnszrajber cantando “Love of my life”, o a Beatriz Sarlo entonando “Vivir así es morir de amor”.

Abelardo lo tenía todo y Eloísa, en su inteligencia, sabía apreciar cada detalle.

 

5. Pasaron cosas

Pero ocurrieron muchos eventos trágicos que empañaron este gran amor.

Abelardo solía ir a la casa de Eloísa, quien vivía con su tío, a impartirle clases que se convertían, pronto, en una lujuria sin freno. Uno de esos días, en pleno acto amatorio, son descubiertos por Fulberto, quien impone un alejamiento. Pero ellos encuentran la forma de seguir viéndose. El destino quiere que Eloísa se embarace (podría haber sucedido antes).

Abelardo la disfraza de monja y la lleva a su pueblo natal, lejos de la jurisdicción francesa. En La Pallet nace su hijo, a quien bautizaron Astrolabio, nombre de un instrumento astronómico que puede traducirse como «buscador de estrellas». Nada convencional podía surgir de la pareja.

Foto: Pintura titulada "Los amores de Eloisa y Abelardo" (Les Amours d’Héloïse et d’Abeilard), del artista Jean Vignaud (1819).

 

Mientras nacía Astrolabio, Abelardo conseguía el perdón de Fulberto en París y la autorización para el casamiento. Pero no habría descanso en esta guerra entre marido y tío. El primero quería mantener el matrimonio en secreto, el segundo darlo a conocer a todo el mundo.

Como suele suceder en estas historias, a Eloísa la terminan recluyendo en un convento. Abelardo no resiste la separación, salta el muro que los separaba  y yace con ella. Fulberto pega el grito en el cielo y comete un acto terrible. Hace castrar a Abelardo. Eloísa decide entonces tomar los hábitos y eso marca el distanciamiento progresivo de quien fuera su amado.

Foto: El adiós de Abelardo y Eloísa según Angelica Kaufmann.
 
 

6. El ocaso

Abelardo falleció en la primavera de 1142, en la abadía de Cluny. Tuvo que soportar que sus enseñanzas teológicas fueran menospreciadas, y su moral fuera puesta en duda para siempre.

En 1164 Eloísa también deja este mundo, pero quedaría en la memoria de la Humanidad para siempre. Hoy se la recuerda como la primera escritora de Occidente cuyo nombre superó la barrera del olvido.

 

Foto: El eterno amor de Joel y Clementine en el film Eterno resplandor de una mente sin recuerdos. 
 

En nuestros días, donde todo pareciera que vale nada, y las relaciones suelen terminar en un mensaje de texto, deberíamos entender que lo único que nos puede salvar es el amor. Y, aunque nos decidamos a  olvidar, como pretendieron Eloísa y Abelardo -o Kate Winslet y Jim Carrey- , el amor siempre volverá a nosotros porque “Se puede olvidar lo que pasó, pero no cómo se sintió” (frase de la película Eterno resplandor de una mente sin recuerdos).

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