24 DE MARZO

Un día con distinta memoria y democracia inestable

Se veía venir, y vino: después de 40 años, la herida sigue abierta y la confrontación, vigente.
domingo, 24 de marzo de 2024 · 18:23

El día en que se recuerda y condena el último golpe de Estado en Argentina, el del 24 de marzo de 1976, se distinguió por la confrontación antes que la unidad, la puesta en duda, nuevamente, del mecanismo institucional democrático, y la puja aparentemente interminable acerca de quién o qué sector representa, en sus postulados, lo más cercano a la verdad de lo sucedido.

La vicepresidente de la Nación, Victoria Villarruel, reiteró su desacuerdo con la cifra (un símbolo) de los desaparecidos. Del otro lado, Estela de Carlotto, abuela de Plaza de Mayo, expresó su deseo de que el gobierno termine pronto. La confrontación no es por un número, es profundamente política, y en esta fecha clave de recordación, encontró un nuevo apogeo. El gobierno actual está empeñado en modificar la "verdad" instalada por la sucesión de gobiernos kirchneristas; mientras sus detractores, kirchneristas y algo más, no vacilan en condenarlo como una especie de continuidad de aquella dictadura, algo que los votos y el mecanismo institucional no parecen cuestionar.

La memoria parece un material elástico que se estira o se contrae según el deseo o aspiración coyuntural de las mayorías. El pasado no se enarbola como tal, sino como una herramienta política apta para el presente. El gobierno de Javier Milei esparce, todo el tiempo, cuestionamientos concretos a la institucionalidad democrática; esto es muy grave, y también lo es que se conteste con eslóganes descalificatorios que pronostican una pronta caída. 

Si antes la derecha política era sinónimo de enemigo de la democracia, ahora, desde el oficialismo en el gobierno, parece intentarse representar la misma idea pero para la izquierda política. Si derecha e izquierda son antidemocráticas, quedaría un solo cauce, el del medio, para la institucionalidad; pero ese cauce está vacío. Por ahora, es un lugar de tránsito, de paso de un extremo hacia el otro. Si para el gobierno, Raúl Alfonsín fue un socialdemócrata decadente, y Carlos Menem, un ejemplo a seguir; si China es para algunos la utopía posible y para otros una dictadura infame y amenazante; si los pobres son una consecuencia, para algunos, del neoliberalismo, y, para otros, del populismo demagógico...se torna casi imposible encontrar vías de diálogo, de negociación, de concertación, para establecer políticas comunes en beneficio de la sociedad argentina.

Este 24 de marzo, de alguna manera, muestra la inutilidad de los eslóganes, los afiches, las frases hechas, los clichés, las verdades sagradas; y abre, si se mira bien, una ventana a la única salida posible, que es la de poner por delante objetivos generales para un bienestar colectivo, sustentado en el diálogo fraterno y el trabajo persistente, sin agresiones de hinchadas de fanáticos, sino, más bien, con palabras moderadas y argumentos convincentes, con paciencia antes que ansiedad desbocada, con el respeto enarbolado antes que el insulto a flor de piel.

No debería haber aquí una competencia por la verdad, sino un empeño común por mejorar la calidad de vida.

 

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