Hace 47 años, la Selección Argentina consiguió su primer Mundial haciendo de anfitrión en el año 1978. En un contexto de dictadura militar, donde deporte y política se mezclaron, el gran equipo conducido por César Luis Menotti fue de menos a más para darle al país el tan ansiado título que desató un festejo sin precedentes.
El capitán Daniel Passarella alzó el trofeo de oro y las más de 70 mil personas presentes en el Monumental desbordaron de alegría en una movida que enseguida se definió como “la fiesta de todos”, más allá de que Argentina se encontraba en días de una dictadura militar que, mientras tanto, torturaba y mataba civiles y buscaba aprovechar el júbilo para ocultar a esta minoría "ajena" a la celebración.
Un equipo que había llegado con ciertos cuestionamientos empezó a hablar en la cancha. Después de dos victorias sufridas por 2-1 ante Hungría y Francia, llegó una derrota que despertó las críticas de los medios y parte del público. No obstante, Menotti logró transmitirle a sus dirigidos la importancia vital de plasmar la idea de juego y a la vez dejar la vida, y el equipo respondió: en Rosario llegaron la victoria ante Polonia, que representó la aparición goleadora de Mario Alberto Kempes, y un empate parejo empate sin goles ante Brasil que obligaba al equipo a golear a Perú en el Monumental.
Más allá de las suspicacias posteriores y las sospechas que hasta hoy rondan aquel partido, Argentina pasó la prueba y goleó sin atenuantes a un Perú que comenzó el partido mejor, pero se desmoronó una vez que la albiceleste abrió el marcador. Fue 6-0, quizás el encuentro más famoso de ese Mundial, y pase a la final para un equipo que se sentía más cerca de la gloria que nunca.
Victoria ante Holanda y la gloria eterna
La final ante los neerlandeses fue una batalla. El conjunto europeo dirigido en ese Mundial por Ernst Happel (quien sucedió al mítico de Rinus Michels) venía de perder el partido decisivo cuatro años antes frente a Alemania. Otra vez, a la Naranja Mecánica, esta vez sin su gran figura Johan Cruyff, le tocaba definir la Copa del Mundo ante el país organizador. Los europeos presentaron batalla ante una Argentina que ganaba 1-0 con gol de Kempes, tanto así que al minuto 82 llegó el empate de Nanninga que envió el duelo al alargue. Para colmo, en la última jugada del partido, Rensenbrink estrelló un remate en el palo y paralizó los corazones de todos.
En los 30 minutos posteriores, apareció una Argentina que recuperó el dominio y, de la mano de un estelar Kempes, inclinó la balana: el cordobés de Bell Ville, goleador y mejor futbolista del Mundial, metió el 2-1 y asistió luego a Daniel Bertoni, que anotó el tercero para asegurar el título.
Cuando el juez pitó el final y minutos más tarde Passarella levantó la Copa, todo fue festejo en el Monumental. Argentina, como luego hizo en 1986 y 2022, se consagró siendo el mejor en la cancha. Un ciclo que revolucionaría el fútbol argentino de la mano de Menotti, no solamente por ganar consiguiendo plasmar una idea, sino por un trabajo a largo plazo que involucró una mirada federal y estableció una forma de buscar talento que antes no se había implementado en el país. Por otro lado, fue una luz dentro de la sombra que representó la dictadura civico-militar de aquel momento y le dio a miles de personas una breve alegría en los tiempos más difíciles.