PANORAMA SEMANAL

Trump, el poder y sus límites

En su regreso a la Casa Blanca, Donald Trump dejó en claro que quiere hacer todo lo que prometió en campaña. Si bien el contexto lo ayuda, seguramente encontará límites politicos e institucionales que le pondrán freno.
domingo, 26 de enero de 2025 · 11:59

En su primera semana como presidente de Estados Unidos, Donald Trump dejó bien claro que está dispuesto a hacer todo lo que prometió en la campaña electoral. Firmó órdenes ejecutivas para todo y todos.

Tiene todo para hacerlo: mayoría en ambas cámaras, mayoría conservadora en la Corte Suprema, la mayoría de los Estados con gobernadores republicanos y un clima de época a nivel global ideal que él fue moldeando a su gusto desde la campaña electoral de 2016. Y sobre todo, Trump tiene un partido republicano a sus pies al que parece tener sometido. Hay en eso mucho de revancha: Trump recuerda bien que cuando se lanzó a la interna dentro de ese partido hace 10 años no solo lo subestimaron, sino que además lo tomaron en broma. Tampoco le perdona al establishment republicano que no lo acompañara en su intento golpista de 2021. Nadie imaginaba entonces que cuatro años después Trump también iba a sobrevivir políticamente a eso.

Sin embargo, es necesario detenerse en los límites, tanto internos como externos, que se le podrían interponer. Los resortes institucionales de la estructura política y jurídica en Estados Unidos se tensarán como nunca. Hay buenos antecedentes: en el primer mandato les pusieron freno a algunas de las decisiones de Trump. ¿Qué pasará ahora?

La justicia

La Corte Suprema siempre tiene el poder de marcar los límites a las órdenes ejecutivas que firman los presidentes. Las puede declarar inconstitucionales por exceder las facultades del poder ejecutivo, meterse en competencias del legislativo, atacar derechos protegidos por la Constitución o cambiar sustancialmente políticas públicas sin respaldo legal. Habrá que ver hasta donde lo ideológico influye en las interpretaciones constitucionales que los jueces hagan de lo que quiere hacer Trump.  

Recordemos que durante su primer gobierno, la Corte Suprema acompañó la promesa de campaña de Trump de revertir la protección federal al derecho al aborto que regía desde la década de 1970. Fue una decisión que tuvo y sigue teniendo un tremendo impacto en Estados Unidos. Pero también hay que tener en cuenta que, por más afinidad ideológica, el máximo tribunal le mostró límites claros. Al final, por ejemplo, desestimó las denuncias que hizo Trump con el objetivo de intentar revertir los resultados de las elecciones presidenciales de 2020.

La Corte ya le había puesto límites a Trump en lo que siempre fue su principal obsesión: la inmigración. Los jueces supremos rechazaron los intentos del gobierno de poner fin al programa DACA, que protege a cientos de miles de personas que llegaron a Estados Unidos sin papeles siendo menores de edad. Ahora Trump va de nuevo por eso.

La Corte mantuvo en pie también algunas protecciones del "Obamacare", el sistema de salud impulsado por el presidente Barack Obama, y disposiciones que protegen a las personas LGBTI+ de sufrir discriminación en los lugares de trabajo. Trump ya dejó bien en claro en estos días que irá por esa minoría.

La pregunta que se impone es si la Corte ahora, con un Trump recargado y legitimado popularmente, exhibiendo sin filtros propuestas llenas de discriminación y humillación, que hace algunos años nadie imaginaba que un presidente de Estados Unidos podía ni siquiera pensar y que ahora forma parte del discurso cotidiano, podrá mantenerse firme como lo hizo durante el primer mandato.

La política

Si bien tiene mayorías en ambas cámaras, éstas son muy ajustadas. Y eso puede hacer naufragar, o al menos condicionar y obligar a negociar, algunas de las medidas que Trump quiera hacer pasar por el poder legislativo sin filtro. Ya hubo un aviso. Hace horas, su candidato para liderar el Pentágono, Pete Hegseth, quedó confirmado solo después que desempatara su vicepresidente, J.D Vance. La votación había terminado en empate (50-50) después de que tres republicanos se rebelaran y votaran con los demócratas. Además, en la Cámara Alta, a los 53 senadores que tiene les faltan 7 votos para alcanzar una mayoría calificada necesaria para aprobar medidas importantes.

Si bien los republicanos se muestran alineados, es muy difícil que voten todos igual en todos los temas. Por ideología, pero también como estrategia y especulación política para ganar poder interno. La disciplina partidaria no está garantizada.

Otro factor de poder en Estados Unidos son los gobernadores que, gracias al entramado institucional federal, tienen muchas competencias y la potestad de limitar algunas de las políticas que vienen desde Washington. Eso pasará en muchos de los 23 Estados donde gobiernan los demócratas. Entre ellos está California, con un gobernador como Gavin Newsom que representará seguramente un contrapeso significativo. No va a perder la oportunidad de plantarse al gobierno central para demostrar que otro camino es posible. Sobre todo, cuando su partido atraviesa una de sus peores crisis y pide a gritos la aparición de nuevos liderazgos. La polarización seguirá siendo la estrategia política preferida. Lo hará desde un Estado gigante y poderoso que representa la quinta economía más grande del mundo. No es algo nuevo: los gobernadores republicanos también hicieron la vida imposible a gobiernos demócratas desde Estados grandes como Texas.

La burocracia

La designación de Elon Musk para que se encargue de restructurar el gobierno federal revela el extremo interés que Trump tiene en controlar lo que, según él, le impidió llevar a cabo las reformas que quiso durante su primer mandato. Quizás por su inexperiencia en manejar los asuntos públicos, la primera administración de Trump quedó a merced de la burocracia estatal que, como se sabe perfectamente, siempre busca independizarse de los mandatos políticos. Lo hace manejando los tiempos, durmiendo o ralentizando decisiones que no le gustan mucho o van contra su interés. No es casual que Trump haya ido en esta primera semana por ellos. Los empleados federales son hoy quizás el primer enemigo de Trump, quien buscará reemplazarlos con leales a la causa. No habrá lugar para el mínimo disenso.

¿Y el mundo?

Los límites que las iniciativas de Trump puedan encontrar a nivel global son más bien difusos. Por ahora, los principales actores internacionales se sentaron a observar hasta dónde está dispuesto a llegar Trump con sus iniciativas. Existe cierto consenso de que está extremando su discurso para luego negociar. Solo palabras por ahora. Europa no quiere entrar en la disputa verbal y espera ver hasta dónde está dispuesto Trump a llegar con sus decisiones.  Desde la Unión Europea prometen que esta vez sí se plantarán con firmeza para defender sus intereses. Ver para creer.

Ya dio a conocer que empezó la gestión para retirarse del Acuerdo de París y de la Organización Mundial de la Salud (OMS). También les exigió a los países de la OTAN que amplíen su presupuesto si no quieren que Estados Unidos los abandone. Si se van a los números, el reclamo es comprensible. Estados Unidos pone casi el 70 por ciento de la plata en ese organismo.

Los aranceles fueron un tema clave de campaña para Trump. Pero durante esta primera semana, tanto en el discurso inaugural como en el resto de sus apariciones, se cuidó mucho de dar nombres o tomar decisiones en ese sentido. Habrá que negociar.

Hoy Trump está enfocado en terminar, o al menos cambiar, las tendencias de los dos grandes conflictos mundiales. En Medio Oriente ya lo hizo a través de la imposición de una frágil tregua que por ahora funciona. Con Rusia y Ucrania está en eso. Habló con Putin y con Zelenski para saber qué pretenden para terminar la guerra. Será Trump el que intente imponer una hoja de ruta para, al menos en el corto plazo, lograr, como en Medio Oriente, un alto el fuego.

Y, por último, China. Aunque en estos primeros días continuó con sus ataques verbales contra ese país, parece que Trump abrió una puerta al diálogo. Probablemente, lejos de los micrófonos y las redes, sepa que es el camino a tomar. Y lo hizo desde arriba: habló en buenos términos con Xi Jinping. También hizo gestos concretos: por ahora no cumplió su amenaza de campaña de imponerle fuertes aranceles y también rehabilitó TikTok luego de que la Administración de Biden pidiera la suspensión del servicio por estar controlado por una empresa china ligada al gobierno de ese país. Esos gestos le abren una puerta inesperada a China para establecer una relación constructiva con la administración Trump. Todo una novedad si se tiene en cuenta que Pekin se estaba preparando para el choque con un gobierno de Estados Unidos poblado de halcones anti China que esperan ansiosos la orden desde arriba para actuar.

En definitiva, es posible que Trump encuentre límites a su ambiciosa e ilimitada intención de cambiar Estados Unidos y el mundo. Sin embargo, el contexto interno e internacional lo favorecen para avanzar bastante más de lo que pudo hacer en su primera gestión. Solo el tiempo dirá hasta dónde puede llegar.

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