El auto se deshizo, el conductor murió; dos se salvaron

Los milagros pueden no ser incruentos. En el caso de lo que ocurrió el miércoles en la ruta 51, se dio la prueba de esa afirmación, cuando un Ford K chocó de frente a un colectivo. El auto se desarmó completamente: sus partes quedaron desparramadas en la banquina y en el campo lindante. Iban tres hombres en esa máquina, y solo murió el conductor. Los dos heridos estaban internados, y era posible que salieran con vida de semejante choque. Un milagro dentro de una tragedia.

El conductor se llamaba Camilo Francisco Granel, y tenía 74 años. Era empleado de una concesionaria de automóviles en la ciudad de Azul, provincia de Buenos Aires: la tradicional casa Roas. Los supervivientes de la fenomenal colisión son Joan Agustín Salazar, de 29 años de edad, y Eduardo Raúl Valicenti, de 61.

El choque fue contra un colectivo, a la altura del pueblo de San Jorge, en el kilómetro 523 de la ruta 51, en la provincia de Buenos Aires. El conductor del colectivo, particular, no llevaba pasajeros, es José Miguel Arribillaga y tiene 59 años. Salió ileso, aunque conmocionado, del brutal choque.

En la banquina y en el campo aledaño quedaron desparramados las autopartes. Chapas torcidas, quebradas, restos de plástico. El destino parece escrita de manera misteriosa. Lo sabrán los dos hombres que sobrevivieron, heridos y maltrechos. Tal vez puedan contarlo, tal vez no. Lo que sucede en las rutas argentinas es parte de una gran tragedia nacional no escrita, la de la ineficacia en el desarrollo y la planificación económica, que termina costando vidas y sembrando inseguridades.