Fátima Estefanía Martín tenía 36 años y fue encontrada, muerta, con las piernas envueltas en bolsas de plástico color negro, en un estanque de apenas centímetros de profundidad, en Puebla, México. Fátima era de Mendoza, y desde esa provincia la buscaban hasta que llegó la noticia, que estableció fehacientemente que había sido asesinada el 14 de este mes.
Según el informe forense al que accedieron familiares y amigos de Fátima, solo presentaba dos heridas: una, de dos centímetros de profundidad, en el pómulo izquierdo; y otra, también corto-punzante, en la mandíbula, de unos cinco centímetros de profundidad. La causa desencadenante de la muerte no estaba absolutamente clara, todavía. Fátima trabajaba en el mercado inmobiliario.
Su familia había empezado a buscarla tras no tener noticias de ella, desde los primeros días de septiembre. Para mediados del mes, había acordado regresar a la Argentina para celebrar su cumpleaños, y, ante la ausencia, comenzaron a indagar en México.
Según la información de El Sol de Puebla, la mujer vivía sola en el país y trabajaba como asesora inmobiliaria. Nadie sabe cómo su cuerpo fue a parar a un mísero estanque de veinte centímetros de agua sucia, con las piernas envueltas en plástico, y heridas punzantes en la cara.
Fue identificada en la morgue, por fotografías, tras la denuncia acerca de su desaparición. Pero el misterio, por ahora, lo envuelve todo, como una gran bolsa de plástico negro.