CONSTRUIRÁN UN SANTUARIO EN EL SUR

El padre Vicente Martínez con el Papa y por las Malvinas

El padre Vicente Martínez Torrens, fue uno de los primeros en llegar a las islas. Hubo ocasiones en las que ofició misa en medio de los bombardeos.
lunes, 31 de marzo de 2014 · 06:18
Roca.- El padre Vicente Martínez Torrens, integrante de la Diócesis del Alto Valle,  la semana pasada tuvo la oportunidad de  celebrar misa con el Papa Francisco en Santa Marta.
El Padre Vicente integró la comisión que fue pedirle la  correspondiente autorización al Papa para construir un santuario en el Atlántico Sur, dado que en la Guerra de Malvinas fue capellán del Ejército Argentino.
El papa Francisco pidió continuar con el camino del diálogo y la paz para que Argentina recupere la soberanía de las islas Malvinas. 
Para el Sumo Pontífice, es primordial que la discusión con el Reino Unido pase por la vía diplomática.
 Así lo confirmó  el ex senador Daniel Filmus, que ahora preside la secretaría para asuntos relativos a las Malvinas y que el miércoles vio a la máxima autoridad de la Iglesia en el Vaticano.
¡Cuando me acerqué, él tomó la iniciativa y me dijo que había que seguir el camino del diálogo y la paz. También compartimos la posición sobre el doble estándar que tienen las potencias mundiales”, explicó Filmus. 

Una historia particular
El padre Vicente Martínez Torrens, fue uno de los primeros en llegar a las islas. Hubo ocasiones en las que ofició misa en medio de los bombardeos. Hoy brinda ayuda y contención a veteranos de guerra y familiares.
Muchas voces han contado cómo fue el horror que se vivió en la guerra de Malvinas. La muerte, la sangre, el frío, el hambre y la necesidad de matar para seguir viviendo.
Vicente cuenta la misma historia, pero desde otro lado. Él no portaba un arma, se defendía con una cruz y una Biblia. Vicente Martínez Torrens, cura salesiano, fue uno de los pocos sacerdotes que acompañó a los soldados argentinos en ese infierno.
Vivió 74 días sobre la turba de las islas en un hecho que se transformó en una bisagra para el resto de su existencia.
Actualmente se encuentra en el Roca y brinda misa en la Catedral, pero sabe que su misión es atender los efectos de la posguerra, y de auxiliar en la espiritualidad a los veteranos de guerra sus familiares. 
Fue el primer capellán en llegar y el último en abandonar las islas, sin caer prisionero de los ingleses. 
El sacerdote lamenta el proceso de desmalvinización que ocurrió en Argentina, despotricando entre otras manifestaciones, contra la película "Los chicos de la guerra" porque no cuenta toda la verdad y afirma que la idea original era sacar a los ingleses de la isla, plantar la bandera argentina y negociar en la ONU, sin llegar a la guerra. 
También señala que "no todo era mentira por las simples ganas de mentir. Era parte de una guerra psicológica". En otro párrafo duda de las bajas admitidas oficialmente por el enemigo. 
"Revisé todos los diarios del mundo y en ningún lado aparece el regreso de los gurkhas nepaleses que atravesaron corriendo 36.000 minas antipersonales que rodeaban Puerto Argentino". El padre Vicente tiene una ficha personal de cada uno de los 649 argentinos muertos durante el conflicto (323 fallecidos en el ataque al Belgrano) y un completo diario de guerra que escribió en Malvinas donde se atiborran los terribles recuerdos vividos y sufridos por la tropa argentina. Este cura se movía con total libertad, ya sea en la Gran Malvina como en la Soledad y estuvo a metros del encuentro clave que sostuvieron Jeremy Moore y Benjamín Menéndez para darle fin a la guerra. 
Testigo.
"En Bahía Agradable fui testigo de que manera desaparecían las fragatas y destructores ingleses y yo me pregunto qué nación le infligió tanto daño a Inglaterra. Es justo también decirlo que no nos pasaron por encima", relata. Agrega: "Si ellos son los ganadores tendrían que mostrar lo bien que le fue y el poco costo que pagaron por esa conquista pero la señora Margaret Thatcher, en uso de sus funciones, impuso un secreto de guerra de no revelar absolutamente nada por 90 años, hasta el 2072".
"Respeto y les creo a los soldados que dieron testimonio sobre las carencias que pasaron en el frente porque yo mismo me encontré con dos muertos por desnutrición y fatiga. Existió y fueron casos puntuales, pero no fue la generalidad de los 11.000 soldados. Una compañía la pasó muy mal, eran los que estaban en Puerto Yapeyú (Howart) porque ellos quedaron localizados frente a la playa de desembarco de los ingleses. Entonces no se los podía reabastecer, se trató de llegar con toda la picardías criollas pero no se pudo. Se mandó al "Isla de los Estados" y lo hundieron, se mandó al "Carcarañá" y lo hundieron, otro barco pudo escapar pero no pudieron reabastecerlos".
Cuenta que estos soldados se estaban alimentando con 1.200 calorías diarias para racionalizar los alimentos cuando por la tensión y el frío necesitaban 3.000 calorías. "Respeto todas las visiones porque les creo, pero es muy parcial. Al soldado se lo metió en un pozo de zorro setenta días y no pudo ver la guerra en su conjunto. Hay que respetarla y aceptarla. Por mi oficio, y el haber sido capellán único durante mucho tiempo, pude recorrer la isla Soledad desde el cabo San Felipe hasta Monte Kent, desde Moody Brook hasta Puerto Enriqueta. Tenía un helicóptero con un piloto a disposición y pasamos varias veces el canal San Carlos" cuenta.

La rendición y la posguerra
El padre Vicente tuvo una activa participación tras el cese del fuego. No cayó prisionero y ayudó a los heridos hasta que lo detectaron. Con un remolcador se largó con destino a Comodoro Rivadavia sin caer en manos inglesas. También fue artífice para que la bandera nacional de guerra del RI 4 no fuera tomada por los militares ingleses.
"Cuando una bandera se pierde en guerra, no se repone, se reconquista. Eso lo aprendí después. Los británicos están sin bandera en uno de sus regimientos porque la perdieron en las invasiones inglesas y esa bandera está en la iglesia de Santo Domingo. Por eso ellos querían nuestra bandera, porque es histórica y para canjearla por la otra". 
"No pudieron conseguirla porque alguien me la pasó y yo la pude sacar hacia el continente, pero no me pidan que revele el modo en que lo hice. En tanto los sables de los oficiales fueron envueltos en plástico y escondidos en lugares marcados, para recuperarlos en algún momento".
Tras la rendición, el padre Vicente no se entregó y se mantuvo oculto ayudando a los heridos. De noche los llevaba en un remolcador al Rompehielos ARA "Irízar" que estaba a 40 minutos de navegación. El buque había sido transformado como hospital y estaba reconocido por la Cruz Roja.
El capellán estuvo hasta el 19 de junio realizando esa tarea. Cuando lo detectaron, terminó de subir a los heridos y se fue con el remolcador a Comodoro Rivadavia.




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