Una historia de rehenes de Mercado Libre y el Correo

Entre el 19 y el 26 de julio, tres pallets con diferentes productos enviados por Correo Argentino, se perdieron.  El destino era Neuquén y la compra se hizo vía Mercado Libre. Se desconoce el monto exacto de los productos enviados, pero se calcula en varios miles de pesos, teniendo en cuenta que si fuera sólo un cargamento de celulares, uno de alta gama para uso familiar ronda los 60 mil pesos. “Te aseguro que no vas a perder plata, solo tiempo. Es lo más común: los roban, se extravían pero al final, te dan el producto o te anulan la compra”, fue la explicación que recibió uno de los tantos damnificados del envío frustrado. Y asi empezó la odisea.

En estos casos, hacer el reclamo y llegar a buen puerto, es una historia aparte.

Es sabido que Mercado Libre domina el comercio por internet. Se puede comprar sin límite geográfico, con tarjetas de crédito y de débito y los comerciantes que intervienen en la cadena, tienen la posibilidad de cobrar incluso, “en el momento”.

Efectivamente es una cadena, que inicia en el momento que se efectúa la compra y termina cuando llega el producto a manos del comprador. Pero en el medio, hay intermediarios, como por ejemplo, la empresa encargada del transporte o lo que se denomina, de “logística”. Ahora bien, si la mercadería se perdió o la robaron, todos los intermediarios son parte de la cadena de responsabilidades, sin embargo, no es tan simple recuperar el producto o abortar la compra. “El Correo tiene un seguro, y si el producto no llega a manos del comprador, vuelve para atrás la operación, porque el círculo no se completó”, explicó una fuente consultada. Por supuesto que ni el Correo ni Mercado Libre conocen de las urgencias y las razones de la compra.

Según pudo constatar este medio, las quejas por encomiendas que no llegan, o llegan abiertas o en mal estado, encabezan los reclamos del área de Defensa del Consumidor de Neuquén, que incluso ya ha realizado varias multas a las mencionadas firmas. A la situación se suma, que en la mayoría de los casos, la queja se convierte en una exposición policial, pero nunca llega a la condición de denuncia, por ende, las intervenciones son más bien administrativas.

Mientras tanto, el comprador es rehén de toda la situación.