En España se destruyeron 834 mil empleos en un mes. En Estados Unidos, 6,6 millones de personas quedaron sin trabajo en una semana. En Argentina hay 16 millones de personas en situación de pobreza, agravada ahora por la pandemia, la cuarentena y la detención voluntaria de la economía. En Neuquén, las primeras muestras de que no es una isla, empezaron a asomar.
Por el lado del comercio –uno de los pilares de las fuentes de trabajo en la provincia- viene el asunto primero. Garbarino ya les comunicó a sus empleados que no podrá pagar los sueldos. Y la cadena Dexter suspendió al personal “ante la falta de recaudación por caída de las ventas”. El sindicato de Empleados de Comercio está en alerta. Trabajo seguramente actuará. Pero la evidencia es lógica, irrefutable: ¿cómo se sostiene el andamiaje laboral sin actividad?
Exceptuando a los empleados estatales, que cobrarán sus salarios sin problemas, todas las demás actividades laborales de la provincia están en jaque. Nunca antes se había registrado un fenómeno recesivo tan fuerte como el constatado ahora, en apenas dos semanas, por imperio de la medida sanitaria que nadie cuestiona, pero que tiene este costado, que es necesario abordar, antes que el remedio sea peor que la enfermedad.
El gobierno de Alberto Fernández anunció que volcará 30 mil millones de pesos en el auxilio directo a la economía trabada. El bono de 10 mil pesos para cada persona de la economía informal o monotributista de las categorías inferiores, proyectado para 3,6 millones de personas, ya recibió 11,2 millones de inscripciones, y todavía no se ha concretado. El dinero que pondrá el Estado saldrá de la emisión de billetes. Es dinero impostado, casi virtual. Lo que vendrá después de esto, no se sabe, pero raramente podrá ser bueno.
En un contexto internacional común a casi todos, la economía empeora, sin remedio a la vista, en medio de la pandemia del coronavirus. No hay vacuna todavía para el virus. Tampoco para resolver el enigma de cómo vivirá la humanidad sin trabajo.