Viejos al agua

Por María Marta Martínez

Es un día cualquiera, de cualquier estación del año. Son las 15 hs. La costanera del río Chimehuín en Junín de los Andes está calma. Se escuchan pájaros de todo tipo. Podrían ser cauquenes, bandurrias o chorlitos nadadores. Se escucha el agua correr y, cada tanto, alguna trucha marrón que salpica cuando salta para comer algún insecto. Desde la orilla se ve casi todo el fondo del río, que es un raudal de aguas cristalinas, regalo del deshielo de la Cordillera de los Andes. Está soleado. No, llueve. ¿O nieva? Da igual, mientras no haya viento, la aventura sucede.

Comienzan a llegar autos. Unos 20 hombres y mujeres bajan enfundados en trajes de neoprene. Conversan, hacen cálculos, comparten instrucciones mientras entran en calor. Ya apostados sobre la orilla (sin darle una probadita) se tiran todos al agua.

Foto: Viejos al agua, nadando en aguas cristalinas.  

Casi todos los días del año, los Viejos al Agua - un grupo de nadadores que “ya están viejitos para competir" (de ahí su nombre que surgió como un chiste) hacen un break de sus actividades diarias para ir hasta la costa a nadar en aguas frías y abiertas. No tienen más de 50 años, no tienen menos de 30. Y tienen una cosa en común: la necesidad de fluir.

Naturaleza suspendida

Eduardo Varela, miembro del grupo, describe una de la escenas más hermosas que recuerde haber visto mientras nadaba.

“La naturaleza te abraza cuando te metés en el agua. Por la claridad que tiene, ves las truchas, los colores de las piedras. En otoño, las hojas que caen de los árboles, no quedan en la superficie, ni en el fondo. Quedan en suspensión. Mientras nadás, las ves flotar en el medio del río. Es hermoso”.

Tiene 46 años. Es de Buenos Aires. Un día pasó por Junín de los Andes y entendió que ése era el lugar para criar a sus hijos. Hace 10 que vive ahí con toda su familia y hace 4 que nada, nada y nada.

Junto con Javier Martínez, el alma mater de Viejos al agua, son los que no faltan ni un día a la cita con el Chimehuín. “Nadamos casi todos los días a las 15 hs porque es el horario más accesible para todos, y el único impedimento es que haya viento. Después, con nieve o lluvia, vamos igual. El agua puede estar entre 6 y 8 grados en invierno entonces nos metemos con traje, medias, gorro y guantes de neoprene y disfrutamos una media hora nadando”.

Foto: Parte del grupo, en el lago Huechulaufquen. 

Eduardo, que también nada en los lagos de Villa Pehuenia, en el  Nonthue, en el Nahuel Huapi o en el lago Espejo, destaca que cada año se suma más gente al grupo, tanto nadadores amateurs como competidores que aprovechan para entrenar. "Se está poniendo de moda nadar en aguas frías en todo el mundo y también en Patagonia, donde hay grupos como éste en El Bolsón, en Esquel, en Villa la Angostura o en Ushuaia".  

Contracorriente

Aunque conocen muy bien el río, ellos no se tiran así nomás. Siempre van con traje y boya de seguridad, analizan y definen el plan: si quieren entrenar, van en contra de la corriente hasta algún lugar donde el caudal del río les permita aguantar unos 20 minutos; cuando quieren divertirse (por lo general los viernes) hacen flotada recreativa por lugares donde el agua viene con más velocidad o “con más olitas”.

De cualquier forma, dejándose llevar por la corriente o yendo en contra de ella, la aventura siempre es fascinante. “Cuando hacés contracorriente, por lo general tenés a un compañero que va adelante tuyo. Y ves que detrás van las truchas. Los pescadores nos explicaron que cuando pateamos hacemos burbujas y como las truchas son muy curiosas, van tras los nadadores”.

Foto: Javier  Martinez y Eduardo Varela. La diversión es la clave de este grupo que lleva 4 años nadando en aguas patagónicas. 

Nadar por todo

Respeto por la naturaleza, auto superación, compañerismo, bienestrar; son algunas pulsiones que mueven a este grupo de nadadores que mientras nadan por nadar, construyen todos los días, una mejor versión de sí mismos.

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