NIDO DE LAS MANOS

Impresionismo impresionante

“La madera en su estado natural y noble me cuenta detenidamente su historia, su tiempo sin tiempo, me deja ver su mensaje. Inmediatamente se genera un diálogo entre la madera y mi espíritu interior.”
lunes, 11 de febrero de 2019 · 14:51
Por Maria Marta Martinez

Manuel Cuffoni es escultor impresionista. Tiene 37 años y es oriundo de San Martín de los Andes. Vivió y trabajó 8 años en Merlo (San Luis) y hace 2 que el llamado del Sur lo trajo de nuevo hasta la Patagonia. Vive en Villa Traful junto a su familia y tiene su taller rodeado de Parques Nacionales. Allí, recorre el bosque patagónico buscando troncos de árboles caídos, pedazos de madera vieja donde encontrar “la pieza” que le revele sutilmente algún indicio del próximo animal que volverá escultura. ¿Su temática? La fauna del Parque Nacional Lanín y del Parque Nacional Nahuel Huapi. ¿Su arte? Animal (espectacular). ¿Cómo lo hace? Nos lo cuenta en esta nota.

¿Cómo empezaste con la escultura?

Por necesidad. Hace 2 años. En Merlo tenía un taller de enmarcado de diplomas, fotografías, obras de arte. Ahí estaba rodeado de obras de arte que inconscientemente alimentaron algo en mi espíritu interior. En un momento, no había trabajo y haciendo limpieza en el taller descubro una pieza que insinuaba en la veta, un águila. Me lance a la pieza fabricando improvisadamente una herramienta para tallar. Así llegué a la escultura impresionista, así surge mi primer tallado, por intuición, por prueba y error, de forma autodidacta, por una búsqueda incesante. Me llevó 35 días hacerlo. Luego de la venta de ese trabajo, vinieron otros y ya no paré. Hacia marcos y paralelamente tallaba y al año decidí saltar hacia mi camino, el impresionismo escultórico.

Foto: Impresionismo escultórico. 

La búsqueda de “la pieza” es el punto de partida de todo tu trabajo. ¿Cómo es esa búsqueda?

Empieza a partir de una inquietud interna, de decir “qué bueno sería poder reflejar el jabalí”, y ahí empieza una búsqueda interior también. Salgo pensando en el personaje. Busco en los ríos, en el lago, en el bosque. Más que nada en 7 lagos, Aluminé, Lago Lolog y Meliquina, siempre dentro de la región. Es una búsqueda intensa. A veces tengo la suerte de engancharlo y por ahí engancho otros personajes que no son los que buscaba. También hay días que vuelvo frustrado sin encontrar nada (risas).

¿Por dónde empezás a darle forma al animal?

Primero me llevo la pieza al taller y la limpio con soplete, saco todo lo dañado y ahí me queda la pieza real. Generalmente empiezo de atrás para delante en el retrato hasta descubrir la parte más delicada que es el ojo. Ahí concentro todo el detalle, toda la información, el carácter del personaje, la personalidad. Todo está centrado en la mirada.

Foto: Escultura en madera de Manuel Cuffoni. 

¿Cómo es la técnica con la que lográs un tallado tan detallado?

La esencia de mi trabajo es que intento no invadir la madera sino descubrir sutilmente lo que ya está alojado en ella. Para eso, tuve que desarrollar mis propias herramientas para no meterme de lleno en la madera, no sacarle demasiado sino ir acompañándola. También trato de acompañar la proporción real del animal, pero a veces el tamaño real se escapa.  

¿Cuánto tiempo te lleva realizar una escultura?

Son obras muy fugaces. Las defino en 10 días como mucho, con lo cual absorben muchísimo de mi estado emocional. Las obras reflejan claramente el estado de ánimo que estoy atravesando y queda plasmado automáticamente en el trabajo.

¿Estuviste frente a frente con alguno de los animales que recreás en tus esculturas?

Sí, he tenido cóndores en mis manos, águilas, bandurrias, truchas. Es genial cuando tenés esa posibilidad porque te deja un registro inolvidable. Después la fotografía te ayuda a recordar lo que ya quedó en tu cabeza. De todos modos, cada vez que empieza la curiosidad por descubrir un personaje y plasmarlo en la madera me nutro de distintos ángulos e imágenes, estudio la vida del animal, cómo se alimenta, cuál es su carácter, cuál es su máxima virtud. Estudio y después lo encuentro más fácil en la madera.

Foto: Manuel junto a una de sus obras. 

¿Cómo es tu taller, tu espacio de trabajo?

El fondo es un Parque Nacional. Estoy rodeado de un bosque de Pellín y el Lago Traful. También tengo obras de arte, fotografías que de algún modo me inspiran y música, que es fundamental cuando trabajo, me transmite muchísimo, me transporta al desierto, agua, viento conceptos claves que existen en la naturaleza que me rodea. Eso me acompaña en el desafío de hacer cada pieza.

Foto: Manuel trabajando en su taller en Villa Traful.

¿Cuándo empezaste a sentir que tus esculturas tenían vuelo propio?

Entiendo que hay obras “bisagra” que a lo largo de una trayectoria te marcan un quiebre. Yo tengo 3 obras que cambiaron mi rumbo, que me hicieron sentir una conexión conmigo mismo y con el entorno que me rodea. Eso, de algún modo, me puso en otro plano distinto al del trabajo que yo venía haciendo.

Foto: Pieza "Cuestión de Honor". "Un amigo que me compró un búho y una trucha, y un día me pide que, a partir de un cuerno de ciervo que él tenía, le haga el ciervo. Eso me llevó a hacer una uno de esos trabajos que me marcó un rumbo. Nunca había hecho un ciervo. Cuando descubro la pieza, camino al lago Traful, me paralicé completamente. ¡Es esa Me la llevo al taller y en 9 días pude concluir. Es un ciervo que está bramando". 

¿Qué te hace sentir que alguien tenga una de tus obras en su casa?

Hay personas que compran a modo de inversión. Pero también me ha pasado que alguien me diga: “Guau, eso lo necesito”. Cuando alguien me dice “lo necesito” ahí se completa la obra, cuando pasa a ser tu compañía porque cada días le vas a descubrir algo nuevo y porque a esa persona vas a transmitirle lo que vos quisiste. Eso es lo más gratificante.

¿Te cuesta que se vayan?

Cada pieza alberga mucho de uno mismo y de las 80 obras que he hecho, creo que hay una que me dio esa sensación, que me la hubiera quedado. Es un búho que hice con una pieza que encontré con mi viejo en el Lago Lolog, en Puerto Arturo. En su momento lo vendí, quedó en buenas manos (en manos de Fabián Ramallo, coleccionista y fundador del Parque Nacional la Quebrada del Condorito). Un año más tarde, vendo dos piezas muy bien y lo llamo para comprarle el búho que él me había comprado un año atrás (risas). Y no tuve suerte. Le ofrecí el triple y me dijo que no. “Manuel, ese búho es mio”.             

 Foto: Manuel y de fondo su escultura "Instinto", búho de 33 cm x 60 cm tallado en Ciprés.

¿Que ves en tu horizonte?

Yo quiero dentro de unos años no usar más acrílicos y a la hora de intervenir un personaje hacerlo con pigmentos naturales. Para eso tengo que hacer alquimia, aprender con las tejedoras que encuentran pigmentación para teñir las lanas. Eso es una materia pendiente. También tengo muchos proyectos más. Por suerte tengo una familia impresionante que me acompañan permanentemente. Y uno de mis hijos me acompaña en todo, en la búsqueda, en los montajes, en la puesta en escena de los trabajos. Y ya comenzó a hacer sus primero trabajos. No podría sentirme más cómodo que con él. Me motiva mucho ver su proyección. Veo su camino y disfruto de eso. Es Lolo. Es un genio.

Manuel puede escuchar su espíritu interior, interpretar a la naturaleza y leer en la madera figuras tan impresionantes que con sus obras nos devela detalles de la fauna patagónica que pocas veces podemos ver. El arte de Manuel impresiona.El arte de Manuel es animal. 

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