“El que espera no es manzana”

Hay un conocido chacarero de la zona del Alto Valle que hace años, cada vez que comienza la cosecha, siempre hace el mismo chiste (que ya es su marca registrada): “El que es-pera no es manzana” dice, y concluye con una divertida carcajada. Pero lo más divertido es que, año tras año, el inocente y sutil chascarrillo le sigue dando gracia como la primera vez.

Ser chacarero es un trabajo y un sustento económico, está claro. Pero también es una forma de vida, es una pasión, a veces heredada; otras, innata, pero pasión al fin. Y, a los ojos de quien escribe, detrás del sencillo chiste hay mucho más que una simple humorada: hay un espíritu.

Quien conoce la actividad, sabe perfectamente de qué hablamos. Es el espíritu del chacarero, ése que sabe cuándo es el momento justo para tirar el quemado chiste y que siga generando risotadas; ése al que se le infla el pecho de orgullo cuando acaricia una manzana directo del bin luego de meses de paciente espera; ése que no pasa un sólo día sin recorrer (como si fuera la primera vez que lo pisa) el monte frutal; ése que dedicó su vida entera a la fruticultura y que, muchas veces, tiene que reír para no llorar.

Para no llorar por injusticias como el bajo precio que le pagan por su fruta; o por desmedidas medidas económicas que atentan directamente contra toda una cultura del trabajo; o por imponderables como las tormentas de granizo que pasean de un lado a otro por el cielo del Valle, el viento o el impredecible calibre de cada fruta.

Pero, el chacarero, aunque tiene sobradas razones para llorar, nunca deja de reír. Porque su espíritu es también el de ése que, mientras vela por la seguridad de los cosechadores, por la integridad de los frutos, por el riego y las acequias, por los alambrados y las maquinarias sabe que, al finalizar la cosecha, lo habrá logrado una vez más.

Una vez más habrá enaltecido a la actividad llevando las mejores frutas al mercado que, en definitiva, no es ni más ni menos que alimentar al mundo.