Cambia el escenario tras la victoria pírrica de la izquierda

El conflicto docente ha pasado, en Neuquén, a un segundo plano inexorable, al que llega por la naturaleza propia de las peleas impostadas. La victoria de la izquierda en el sindicato, que hizo tambalear a la conducción de Marcelo Guagliardo, y ascender escalinatas a la secretaria capitalina, Angélica Lagunas, extendió tiempo a lo que debería haber terminado, llevando a un inexorable debilitamiento a las medidas de fuerza, que pasaron a ser sostenidas a pura ideología y método del manual de las luchas proletarias, con cada vez menor participación de la masa de maestros; el sindicato se dividió, más allá de los discursos de unidad; el gobierno sacó de escena el conflicto, corriéndolo de su agenda; y las escuelas comenzaron a transitar por un proceso de restauración de sus días de clase, sin que por ello se reduzca la gravedad del daño ocasionado.

Como suele suceder en el Siglo XXI con los extremos, la victoria del sector de Lagunas ha sido a lo Pirro: con un alto costo, que deberá pagar, más tarde o más temprano. El gobierno de Rolando Figueroa, con su ministro de Educación, Soledad Martínez, se concentró en mejorar presupuestos de cuestiones esenciales y necesarias para las escuelas, dejando expresamente solo al sindicato en la responsabilidad de salir del pozo en el que se metió a fuerza de marxismo explícito. El gobierno, tras las horas complicadas del último tramo de la negociación, comenzó a sentirse extrañamente cómodo. Es fácil percibir que la medida de fuerza se desinfla, y que lo único que le queda a los combatientes sindicales es intentar colmar calles con banderas y pancartas, para volver a insuflar épica en un proceso que la ha perdido hace rato.

Cambia, pues, el escenario, sin que esto signifique una "paz social" entendida desde el concepto de las anteriores gestiones del MPN: al empezar septiembre, un aluvión de acciones, celebraciones, y dólares de regalías crecientes, es posible que refuercen el inédito (en los últimos años) superávit del Tesoro provincial, conseguido no solo por el incremento de los recursos, sino también por el mejor control del gasto. Se acentuará, entonces, la estabilidad política del gobierno de Figueroa, y esto, también posiblemente, llevará la discusión mediática hacia otros rumbos, más enlazados con la coyuntura de lo que ocurre por fuera del Estado, no tanto (como hasta ahora) en sus densos interiores.

En términos políticos, comenzará el proceso -lateral, aunque importante- de construcción de las opciones electorales para el año próximo. El gobierno tendrá su propia construcción, desde el Neuquinizate, mientras la oposición (todavía indefinida) procurará reunir tropa en dos variantes. Por un lado, es posible que se construya una opción filo-peronista-izquierdista, con el peronismo insatisfecho, en su mayoría del kirchnerismo remanente; y, por el otro, una desde la derecha liberal más paladar negro, que buscará quebrar cualquier signo a favor de Figueroa que se le escape a la gestión de Javier Milei.  Los primeros buscarán fundir en una misma imagen al gobernador y al presidente; los segundos, identificarán al gobernador con el peronismo retardatario y estatista.

Sin embargo, estas intenciones quedarán inexorablemente bajo la revisión de la realidad del proceso económico-social en Neuquén, en un contexto nacional todavía incierto. Como el foco de Figueroa está puesto en la neuquinidad (concepto político de larga tradición en la provincia) es dable suponer que se acomodará muy pragmáticamente a las diversas situaciones. Esta característica contribuye a diluir categorizaciones ideológicas cerradas. Por lo tanto, complica las consignas y los objetivos de cualquier variante opositora que busque plantarse con reales posibilidades hacia el año próximo.