La libertad de prensa es uno de los pilares esenciales de cualquier sociedad democrática y justa. Desde mi perspectiva, su existencia es indispensable para garantizar la transparencia, la rendición de cuentas y la participación ciudadana informada. Sin prensa libre no hay democracia real.
Los medios de comunicación funcionan como un cuarto poder que vigila y cuestiona a los otros tres poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Sin esta función crítica, el poder se desbalancea y puede derivar en un autoritarismo. Protege a los ciudadanos, no solo a los periodistas. Una prensa libre no es sólo un derecho de los medios, sino un derecho de la sociedad, a estar informada, y a debatir libremente los temas que le afectan.
Es vital incluso cuando incomoda. La libertad de prensa debe incluir el derecho a publicar opiniones, datos y denuncias que incomoden al poder o cuestionen la versión oficial; lo contrario es propaganda. Eso si, debe ejercerse con responsabilidad. Aunque es un derecho, también conlleva obligaciones éticas. La desinformación deliberada, los discursos de odio, o el sensacionalismo dañan tanto como la censura.
Defender la libertad de prensa no significa defender a todos los medios por igual, sino proteger el principio de que nadie debe ser silenciado por decir la verdad, investigar o cuestionar al Poder. Donde hay prensa libre hay vigilancia; donde se persigue a la prensa, hay algo que se quiere ocultar. La libertad de prensa es sin duda un derecho fundamental, y una herramienta clave para la democracia.
Sin embargo, su existencia legal no siempre garantiza su ejercicio pleno ni su integridad ética. La prensa enfrenta amenazas menos visibles, pero igual de peligrosas que la censura directa. La concentración mediática, la presión económica, la manipulación política y la autocensura. Uno de los principales problemas es la concentración de medios en manos de grandes conglomerados empresariales o políticos. Esto limita el pluralismo informativo y favorece agendas privadas sobre el interés público.
En estos casos, la prensa puede convertirse en un instrumento de poder, no en un fiscalizador del mismo. Por otro lado, la libertad de prensa también puede ser distorsionada por intereses económicos. La dependencia de la publicidad, especialmente la oficial, crea una relación de subordinación entre medios y gobiernos. Así, algunos medios prefieren callar, suavizar, o desviar la atención a ciertos temas por temor a perder financiamiento u otras cuestiones que mucho conocemos cercanas a nosotros.
Además, la falta de ética y responsabilidad en el ejercicio del periodismo es otro punto crítico. En nombre de la libertad de prensa algunos medios han difundido desinformación, escándalos sin pruebas o discursos de odio. Esto erosiona la confianza pública y debilita la propia función social del periodismo. No se puede ignorar que en muchos contextos la libertad de prensa es un privilegio más que un derecho universal. En lugares donde periodistas son perseguidos, encarcelados o asesinados por informar, hablar de libertad de prensa es casi una ficción. Y el silencio internacional frente a estos casos es, en sí mismo, una forma de complicidad.
Defender la libertad de prensa no debe confundirse con un ataque a su libertad, sino con una exigencia de mayor responsabilidad, diversidad y transparencia y que la diversidad de ideas circule libremente. Sin embargo en la práctica, este derecho enfrenta múltiples amenazas, tanto evidentes como encubiertas. Aunque la libertad de prensa es esencial, su ejercicio está cada vez mas condicionado por intereses políticos, económicos y mediáticos que limitan su verdadera función social.
Por último, la libertad de prensa debe ser defendida como un derecho inalienable, pero también debe ser analizada con espíritu crítico. Su valor no reside en su existencia formal, sino en su ejercicio real, plural y ético. Por eso, más que idealizarla, es necesario cuestionar sus límites, señalar sus distorsiones y exigir su fortalecimiento. Sólo así podrá cumplir su función esencial en una sociedad democrática. Garantizar el derecho a la verdad, amplificar las voces diversas y contribuir al bien común.
En Neuquén el derecho a la Libertad de prensa está totalmente garantizado. Sin embargo, en la práctica, la libertad de prensa neuquina enfrenta tensiones que van desde la concentración mediática y la dependencia de la pauta oficial hasta la presión política e incluso la autocensura. Neuquén tiene una larga historia de hegemonía política a través del MPN que ha gobernador la provincia durante más de 60 años. Esta continuidad política ha generado una red de relaciones entre el Poder Ejecutivo y empresarios de medios y periodistas que, en algunos casos, puede traducirse en presiones o alineamientos editoriales.
Por otro lado, la situación laboral de los periodistas en Neuquén, es un factor que también condiciona la libertad de prensa. La precarización laboral, los bajos salarios y la inestabilidad en los puestos de trabajo limitan la capacidad de ejercer un periodismo crítico. Muchos trabajadores de prensa dependen de múltiples empleos o colaboraciones, lo que afecta la profundidad de las investigaciones y favorece la autocensura frente a temas sensibles. Las denuncias de corrupción por nombrar algunas. A eso se suma el hecho de que ciertos temas siguen siendo tabú o tratados con cuidado.
Aunque la libertad de prensa está garantizada formalmente en Neuquén, su ejercicio está atravesado por múltiples tensiones. La concentración de medios, la dependencia de la pauta oficial, la precariedad laboral y los vínculos entre el poder político y económico con los medios de comunicación limitan el pluralismo informativo. En este contexto, defender la libertad de prensa implica no solo evitar censura directa, sino también promover condiciones estructurales que permitan un periodismo realmente libre, diverso y comprometido con la ciudadanía. Sólo así se podrá garantizar que la información no sea un privilegio de unos pocos, sino un derecho de todos.