Una pausa, un cambio de vida y un destino inesperado
A sus 29 años, Pancho Ferreyra decidió frenar la rutina y buscar un nuevo rumbo. Diseñador gráfico de profesión y nacido en Neuquén capital, aplicó a la visa Working Holiday y partió hacia Japón. Lo hizo sin trabajo ni contactos previos, pero con la intención de experimentar algo distinto.
Tokio lo recibió con su ritmo frenético y su orden impecable. Empezó trabajando en la construcción y terminó guiando a turistas en kartings por la ciudad. “Sentía que estaba encerrado en lo mismo de siempre. Japón fue una forma de resetearme”, contó.
Máquinas para todo: una cultura del consumo sin contacto
Lo que más le llamó la atención fueron las máquinas expendedoras. En Japón hay más de 4 millones, según la Asociación de Fabricantes. Eso equivale a una cada 30 personas. “Están en todos lados: estaciones, obras en construcción, barrios alejados y hasta en las casas particulares. Es parte del paisaje urbano”, relató.
“En invierno, las máquinas se adaptan al clima y empiezan a ofrecer sopas calientes o peluches térmicos. En verano, se llenan de helados. No es solo conveniencia, es una lógica de consumo integrada a la vida cotidiana”, explicó.
Un negocio callejero y sin empleados
En ciudades más pequeñas, Ferreyra observó cómo estas máquinas también funcionan como negocios familiares. “Hay vecinos que compran o alquilan una y venden sus propios productos. Desde alfajores hasta salsas picantes. Es una forma de emprender sin necesidad de abrir un local ni contratar personal”, detalló.
Incluso, muchas expendedoras ofrecen artículos artesanales, merchandising de animé, juguetes coleccionables o productos hechos por fanáticos de clubes argentinos. “Vi una de alfajores hecha por un japonés fanático de Boca. Increíble”.
Seguridad y confianza: otra gran diferencia con Argentina
Uno de los contrastes más profundos que vivió Pancho fue el nivel de seguridad y respeto por lo público. “En Japón nadie rompe ni roba una máquina. No están protegidas ni tienen cámaras. Simplemente no se vandalizan porque está cultural y éticamente mal visto”, explicó.
En comparación con Argentina, donde muchas veces los dispositivos públicos son objeto de vandalismo, lo vivido en Japón le resultó impactante. “Hay otra lógica social. La gente no hace lo que está mal aunque no la estén mirando”, reflexionó.
Tecnología al servicio del día a día
Lejos de ser un lujo, estas máquinas son parte del entramado cotidiano. No solo están disponibles las 24 horas, sino que permiten pagar con monedas, billetes, tarjetas o la Suica, un sistema similar a la SUBE.
“Todo está pensado para que la compra sea rápida, eficiente y sin fricciones. No tenés que hablar con nadie, hacer fila ni perder tiempo. Es muy útil cuando tenés poco tiempo o simplemente querés evitar contacto”, comentó.
Además, algunas tienen validadores de edad para vender alcohol o cigarrillos y ofrecen instrucciones en inglés, lo que facilita su uso a los extranjeros. “Son súper visuales, intuitivas y accesibles”, destacó Pancho.
¿El futuro del consumo?
Al volver a Neuquén, Pancho trajo consigo una certeza: hay otro modo de vivir. “No digo que sea mejor o peor, pero allá todo está pensado para que funcione bien. Acá todavía tenemos que resolver muchas cosas que allá ya están naturalizadas”, cerró.
Lo que para muchos es una simple máquina expendedora, en Japón representa una forma de entender el mundo: práctica, silenciosa, eficiente y profundamente conectada con el entorno.