En un nuevo capítulo del reality político-judicial más atrapante del país, los abogados de Cristina Fernández de Kirchner pidieron oficialmente a la Justicia que aclaren si puede salir al balcón de su casa mientras cumple prisión domiciliaria. Sí, aunque cueste creerlo: en la Argentina 2025, el futuro judicial de una expresidenta podría depender de si el aplauso barrial se interpreta como “alteración de la convivencia”.
El escrito, presentado por sus defensores Carlos Beraldi y Ary Llernovoy ante el Tribunal Oral Federal N°2, lleva el sutil nombre de “Instan aclaratoria”. Pero lo que busca es bien concreto: saber si, en el marco de su detención domiciliaria, Cristina puede asomarse al balcón o eso podría violar la orden de “no perturbar la tranquilidad del vecindario”.
La duda del balcón
Todo surgió por una frase incluida en la resolución que oficializó su prisión domiciliaria, donde se estableció que la exmandataria debe abstenerse de realizar conductas que “perturben la convivencia pacífica del barrio”. Ante esto, sus defensores temen que un simple saludo desde el balcón o una aparición pública mínima pueda ser considerada una provocación legal.
Por eso solicitaron que la Justicia aclare “si tal comportamiento se encuentra prohibido, ya sea en forma total o parcial, y, en este segundo supuesto, cuáles son los alcances de la restricción”. En otras palabras, si levantar la mano desde la terraza cuenta como disturbio o como libertad de expresión.
¿Y si pasa el helicóptero?
El escrito, con su habitual tono solemne y jurídico, también recuerda que Cristina ha cumplido “todas las obligaciones impuestas” desde que dejó la presidencia en 2015, y que cualquier ambigüedad en las reglas “podría acarrear consecuencias sancionatorias graves”.
Como no podía ser de otra manera, también se reserva el derecho de acudir a instancias internacionales, por si en algún momento consideran que la libertad de balcón merece intervención de la CIDH.
Contexto y revuelo
La duda no es menor si se tiene en cuenta que, en menos de 48 horas, ya se organizaron cadenas de apoyo, carteles en la puerta de su casa, y hasta algún bombito militante. Cristina, lejos de pasar desapercibida, sigue siendo un imán de cámaras, opiniones y caos bien argentino.
Todo esto mientras sigue cumpliendo su condena de seis años en prisión domiciliaria por corrupción en la causa Vialidad, con tobillera electrónica y custodia permanente.