Un baldío olvidado, con pastizales altos, escombros y el silencio espeso de la periferia de Viedma. Ahí, a metros de la avenida Giachino y no muy lejos del viejo tanque de agua, la tierra habló. Lo que parecía una historia de pasillo, casi una leyenda urbana, terminó siendo brutalmente real: los peritos judiciales desenterraron un cuerpo en avanzado estado de descomposición. Lo mataron. Lo enterraron. Y alguien, en voz baja, lo contó todo.
La trama explotó el martes. Una persona se presentó en Fiscalía con una frase seca, sin rodeos: “Acá enterraron a un pibe. Lo mataron”. No era una suposición. Era una denuncia quirúrgica. Con ubicación exacta, contexto y datos que pusieron en alerta a todo el equipo del Ministerio Público. El fiscal jefe Juan Pedro Puntel solicitó la orden de allanamiento. El juez de turno la firmó sin vueltas. La intervención arrancó temprano el jueves, con palas, barbijos y un terreno privado que hasta ahora era solo un sitio olvidado por todos. Menos por el asesino.
La excavación fue lenta y tensa. Nada de máquinas ni movimientos bruscos. Solo manos cuidadosas y ojos atentos. Horas después, el espanto confirmó la denuncia: ahí estaba el cuerpo. Enterrado. Silencioso. Abandonado. Y en avanzado estado de descomposición. Lo que indica una data considerable del momento del crimen. "El cadáver estaba bajo tierra, en un avanzado estado de descomposición”, confirmó Puntel, quien encabezó el operativo junto a las fiscales Yanina Passarelli y Lorena Chávez. También participaron efectivos de la Comisaría 34°, bomberos de Viedma y personal de Criminalística.
El cuerpo fue retirado con extrema cautela y llevado a la morgue judicial. Este viernes, el Cuerpo de Investigación Forense realizará la autopsia que podría empezar a cerrar el rompecabezas. La identidad, la causa de muerte y el tiempo que llevaba enterrado son las tres claves que buscan despejar.
Por ahora, reina el hermetismo. Pero fuentes ligadas a la causa deslizaron que podría tratarse de un joven reportado como desaparecido. Aunque no hay confirmaciones oficiales, ese sería el rumbo de la investigación.
Tampoco se reveló la identidad de quien rompió el silencio. Solo trascendió que el testimonio fue demoledor, con detalles que no dejaban margen para el error.
“El expediente ya tiene forma de homicidio”, confió una fuente ligada a la investigación. La fiscalía no quiere filtraciones. La prioridad es cuidar la prueba y sostener una hipótesis que cada vez toma más fuerza: alguien lo mató, lo enterró, y alguien más decidió contarlo.