Este jueves desatinado, en el que, una vez más, se atropellaron derechos civiles y humanos con la argumentación de la justicia de determinados reclamos, hubo un momento, una escena, que sintetiza la sinrazón y la eventual tragedia que esta puede acarrear.
Fue cuando un enojado grupo desprendido de las personas que no podían pasar por el piquete de los “autoconvocados” de Salud, hizo una “sentada” frente a una ambulancia que pedía el paso, y se lo impidió.
El “contrapiquete” fue la expresión más clara de cómo el “vale todo” sintoniza con el “no importa nada”. Sucede generalmente cuando se busca satisfacer una necesidad de una o más personas -un sector- sin atender a la necesidad del común, la necesidad de todos.
Las fotos que circularon al respecto, como la que ilustra esta nota, provocaron reacciones de indignación en las redes sociales. Pero no puede, no debe, quedar ahí, una anécdota más en el endiablado y confuso mundo del ciber espacio.
Esa conjunción de gente perjudicada por un bloqueo de ruta, que reacciona perjudicando a otra gente, mientras los uniformados, sean de Gendarmería, Prefectura o Policía, no importa, miran lo que pasa de un lado y del otro y evidencian la asombrosa fragilidad del cumplimiento de las leyes, ese conglomerado de conductas del “vale todo”, es lo que desnuda la sensación de que no importa nada.
Y, si no importa nada, se está ante la confesión más horrible de la impotencia del común para encontrar un camino superador, algo que contribuya realmente al bien social, a la superación de los conflictos.