Estacionar mal, en cualquier lado, permitido o no, y pensar que el auto es una especie de salvoconducto a la impunidad, es muy de Neuquén, como ya se ha reflejado en notas anteriores. Pero el problema es más grave, cuando la propia policía utiliza espacios destinados al estacionamiento público -escasos en la capital provincial- para guardar allí automóviles secuestrados.
Es lo que ocurre, por ejemplo, en la avenida Olascoaga, frente a la Comisaría 2ª. Allí, en el reducido espacio del bulevar destinado a estacionamiento (gratuito, casi una excepción sobreviviente del siglo pasado), se pueden ver autos con la faja de intervención judicial, que han sido requisados o secuestrados y están a la espera de la resolución de alguna causa. Esos automóviles ocupan preciosos lugares para que los atribulados vecinos de Neuquén usen para estacionar sus autos.
Esta es otra característica muy neuquina: raramente los edificios que albergan organismos o instituciones del Estado tienen estacionamiento propio. Lo consiguen, como en este caso, "de facto", es decir, por imperio de la prepotencia del poder del Estado. En el caso apuntado en esta nota, por ejemplo, deberían utilizarse predios fiscales o estatales, o alquilados por el Estado, para guardar (y preservar en buenas condiciones) los vehículos secuestrados.
No es así, en la mayoría de los casos, y entonces se termina usando el espacio público, reservado para el público, para las necesidades ciudadanas, y no para la comodidad policial o de funcionarios públicos.