En la rotonda de Cipolletti, que comunica a la calle Pacheco de esa ciudad con la ruta 22 y la 151, se instaló una advertencia sobre la altura máxima en camiones que tolera el puente ferroviario. La advertencia fue pintada y acondicionada hace unos meses por el municipio cipoleño, por iniciativa del intendente Rodrigo Buteler, como parte de una campaña que buscó influenciar en la drástica decisión, todavía no revertida, de la empresa estatal de Ferrocarriles Argentinos, de suspender el servicio hasta tanto se resolviera el problema de los choques frecuentes, de camiones demasiado altos, contra el puente demasiado bajo.
Pero, la realidad, esa empecinada costumbre que suele negar las mejores intenciones, conspiró contra el cartel de advertencia, que ha quedado igualmente atropellado por los mismos camiones que segundos después, chocarían contra el puente en cuestión. En concreto, el cartel ha quedado estropeado, en las condiciones en que lo muestra claramente la fotografía que ilustra esta nota. Es una clara demostración de cómo en Argentina se respetan las señales de tránsito: con una desaprensiva negligencia. También muestra cómo los remedios no necesariamente curan las enfermedades.
Así, lo cierto es que los camiones ya no chocan el cartel, que ha quedado revirado, torcido, superado; pero siguen embistiendo el viejo puente ferroviario. El tren sigue sin pasar, y la gente, los usuarios de la ruta, siguen viendo cómo se gasta el dinero en incomprensibles "curitas" que no alcanzan a tapar la herida por la que se va, poco a poco, la plata de los contribuyentes.