Con la cordillera como testigo y un cielo celeste y blanco, 311 cadetes de la Policía de la Provincia del Neuquén juraron lealtad a la Bandera Argentina en un acto que combinó emotividad, historia y reivindicación territorial. La ceremonia se realizó en Guañacos, en el marco de la conmemoración del 205° aniversario del paso a la inmortalidad del general Manuel Belgrano y los 70 años de la provincialización del Neuquén.
“Los neuquinos somos un pueblo bendecido”, expresó el gobernador Rolando Figueroa, quien destacó el cielo despejado que acompañó el acto, al que describió como “un homenaje perfecto” a la bandera y a su creador. “Dios nos ha bendecido con este día en junio, en este rincón del Alto Neuquén, para recordar a Belgrano con la bandera dibujada en el cielo”, reflexionó.
Durante el acto, participaron:
-
84 cadetes oficiales de la Escuela de Cadetes de Policía (51 hombres y 33 mujeres)
-
179 aspirantes a agentes de seguridad del Departamento de Capacitación y Formación de Cutral Co (100 hombres y 79 mujeres),
-
48 aspirantes a agentes penitenciarios de la División Capacitación Penitenciaria (20 hombres y 28 mujeres).
Además, un estudiante de la Escuela Primaria Nº 262 de Guañacos realizó su Promesa de Lealtad a la Bandera Nacional, en un gesto que unió generaciones bajo los valores de patria y compromiso ciudadano.
Figueroa también recordó que Belgrano fue más que el creador de la enseña patria. “Fue clave en la defensa de las invasiones inglesas, protagonista de la Revolución de Mayo, diseñador de una educación transformadora y símbolo de la rebeldía por la igualdad”, destacó. “Murió en la pobreza, con humildad, y su ejemplo nos obliga a reflexionar sobre el verdadero sentido de la patria”.
El mandatario provincial vinculó ese legado con la historia de Guañacos, que también vivió momentos de injusticia durante el proceso de provincialización. “En 1957 se ordenó el desalojo de sus pobladores, quemaron escuelas y expulsaron familias”, recordó. La reparación llegó en 1971, cuando el entonces gobernador Felipe Sapag expropió las tierras y las devolvió a sus verdaderos dueños: “los crianceros neuquinos”.
“Así comenzamos a construir Guañacos”, señaló Figueroa, “pero sobre todo, lo hicieron con el sacrificio y la tozudez de su gente”.