¿QUIÉN LO HACE?

El trabajo que atraviesa la Patagonia

Recorre, metro a metro, cientos de kilómetros en medio de la inmensidad para hacer un minucioso trabajo artesanal de dimensiones enormes.
jueves, 12 de mayo de 2022 · 22:31

Milton Ferreyra es alambrador rural. “O, si lo  querés más chic, soy técnico especialista en reparación de alambres de acero de alta resistencia para sujeción de varillas de madera sobre terrenos rurales”, bromea. Es ocurrente, respetuoso y divertido, sobre todo, determinado. Tiene 49 años y hace 7 se dedica a alambrar la Patagonia, tarea dura y sacrificada si las hay, pero que hace con gusto y pasión.

 

Nació en El Maitén (Chubut) pero actualmente vive en Comodoro Rivadavia con su señora e hijos que le hacen el aguante con su trabajo. Cuando sale un laburo, el hombre emprende una cruzada de no menos de 12 días en el medio del monte.

Junto a sus 8 colaboradores (“todos jóvenes con ganas de trabajar”, remarca), acampan debajo de lonas, chapas o, cuando hay mejor suerte, en tráileres, para cumplir un objetivo que le llena el pecho de orgullo: “Hacemos 5 kilómetros de alambrado en 12 días”.

 

Entre chistes y verdades, Milton cuenta que no siempre fue alambrador rural. Era empleado estatal pero, luego de atravesar una difícil situación económica, tuvo que salir a patear el campo para darle sustento a su familia y encontró una oportunidad en este trabajo.

 

El año pasado reparé 205 km de alambre e hice 71 km nuevos. 

 

“Siempre estuve relacionado con el campo por mis padres. Vengo de una crianza rural, pero ellos no eran alambradores. Puedo decir que soy alambrador desde cero. Empecé a ver cómo se hacía este trabajo buscando tutoriales en Youtube. Por eso me considero el primer alambrador online de la argentina (risas)”, relata. 

 

“Una vez que el dueño del campo nos da los materiales, ponemos el primer poste. Hay alambradores que ponen lo que se llama bandera cada 1000 metros para ir derecho. Yo, gracias a Dios, aprendí sin bandera y hago todo a ojo y derecho. Tengo una guía mental. Y la línea la marca el dueño del campo, donde está el mojón”.

Pasa semanas enteras en medio del campo patagónico, enterrando postes de caño tubbing cada 10 metros, a mazazos, para marcar la línea. “En un km, hacemos 100 caños enterrados con la maza que pesa 25 kilos. Y para el resto del trabajo usamos pala, barreta, una máquina de tirar alambre, corta perno y una llave california”, detalla.

 

¿Fácil? Para nada. El alambrador debe pasar por donde sea, como pueda. Atraviesa bosques, lagunas, riscos o la más pelada estepa. Milton aclara de antemano que tiene una mentalidad conservacionista y que cuando tiene que atravesar un bosque, lo hace con ciertos cuidados. “Trato de ir esquivando, atando árboles, pero trato de no cortar. Y no dejo tirada nada de basura en el campo. Un alambre queda por 1.000 años en el campo. Yo me llevo  todo. Eso es parte de hacer las cosas bien”.

 

“En este trabajo perdés entre 5 y 10 kilos por año. Es un laburo muy duro. En invierno sólo paramos en Julio, porque si nieva no podemos salir. O llevás 10 tipos de prueba y a los 3 días te quedan 5. Esto es una zaranda (rie). Pero cuando lo hacés todos los días, es como cualquier trabajo, te acostumbrás”.

No todo es sacrificio en la vida del alambrador porque aunque, a primera vista, parezca que está solo en el medio de la nada, Milton asegura que muchas veces el paisaje le hace sentir que está de vacaciones. De hecho, en este momento, está haciendo un trabajo en el límite entre Argentina y Chile y desde donde atiende el teléfono puede ver Las Torres del Paine. Y el equipo de trabajo también hace el trabajo más llevadero.  

 

Porque puede rescatar las cosas lindas del oficio, es que Milton es alambrador en la inmensa Patagonia, donde llega a pasar hasta 4 meses haciendo un trabajo, recorriendo grandes extensiones paso por paso, poste a poste, metro a metro; porque puede disfrutar de las vaquillonas al fuego con los muchachos, de los días lindos y del paso de una estación a otra, de ver a los guanacos a no más de 100 metros de él; y porque, el mismo lo dijo: “Tengo alta resistencia a no frustrarme. Si encaro algo lo termino porque en la vida no se puede abandonar nada”.   

 

 

Antes de despedirnos, le preguntamos qué es lo que más le gusta de este oficio y, con una sinceridad nivel mil, dijo: “¿La verdad, verdad? El cheque que está del otro lado del alambre. No voy a ser hipócrita (risas), para hacer esto tengo que cobrar bien porque un alambre nuevo dura 80 años y la plata apenas unos meses, y cuando haya que hacerlo de nuevo yo ya no voy a estar”.  

 

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