El fallo de la Corte Suprema que confirmó la condena a Cristina Fernández de Kirchner fue una bomba política. Y en un escenario donde se esperaban reacciones firmes, el peronismo rionegrino volvió a quedar en deuda. Sin épica, sin movilización real y con escasos gestos públicos, el PJ provincial ofreció una imagen deslucida, sin liderazgo ni reflejos, en un momento que pedía definiciones.
El tan repetido "si la tocan a Cristina, qué quilombo se va a armar" quedó reducido a una expresión vacía, más cerca de una consigna de cancha que de una verdadera reacción política. La apatía no pasó inadvertida y el silencio pesó, sobre todo en las primeras horas tras conocerse el fallo. Mientras la militancia buscaba señales, referentes principales se limitaron, en el mejor de los casos, a expresarse por redes por la suerte judicial de la figura más influyente del espacio desde el regreso de la democracia.
El único que salió rápido al cruce fue el diputado nacional y exministro de Justicia Martín Soria, quien eligió una estrategia mediática para defender a la ex presidenta: denunció vínculos entre los jueces firmantes del fallo y el macrismo, exhibiendo tapas de Clarín y del diario La Capital, como prueba de la "proscripción judicial", que denuncia el kirchnerismo. Pero la fuerza del mensaje fue aislada. Su hermana, no emitió opinión en redes, pese a ser la intendenta peronista de Roca y figura excluyente de la política provincial.
El camporista Martín Doñate, senador nacional y beneficiario directo del armado kirchnerista, optó por el silencio durante horas. Su tardía reacción llegó bastante después y con el paso de los días hizo un llamado para acompañar la marcha hacia Comodoro Py. La demora fue notoria y generó ruido. No pasó desapercibido que un dirigente que construyó toda su carrera bajo el ala de Cristina Fernández haya vacilado ante un hecho tan determinante. Y más, si pretende renovar su banca en la Cámara Alta, por la que cobra 9 millones y medio de pesos, de acuerdo con el último aumento que ellos mismos se votaron.
Algunas expresiones locales surgieron desde la militancia de base: en Roca, José Luis Berros intentó convocar una movilización, mientras que en Bariloche, el histórico Osvaldo Nemirovsci encabezó un acto en el Centro Cívico. Pero el contraste fue evidente: faltaron los intendentes, los legisladores, los referentes que deberían marcar el pulso del partido en la calle. Las unidades básicas permanecieron vacías, reflejo de una organización fragmentada y sin capacidad de reacción.
Paradójicamente, la apatía funcionó como catalizador interno. El peronismo rionegrino, aunque sin potencia callejera, logró al menos una declaración conjunta. La conducción del PJ, compartida entre La Cámpora y algunos jefes comunales, calificó la sentencia como un acto de persecución política y judicial, que “proscripta” a la principal referente del movimiento nacional justicialista.
Entre los firmantes del comunicado apareció el nombre de Sergio Hernández, intendente de Lamarque y presidente del PJ rionegrino. Muy cercano a Doñate, llegó a ese lugar tras una decisión interna que fue duramente criticada. La reciente convocatoria a elecciones internas del 27 de julio, con un artículo polémico que deja la integración final de las listas abierta a “incorporaciones extrapartidarias o alianzas”, fue leída como una jugada de cúpula para mantener el control y evitar que las bases puedan disputar lugares reales de poder. La crítica más dura la hizo Pablo Barreno, secretario general de Sitrajur en Viedma, quien denunció una “puesta en escena” para cumplir formalmente con la justicia pero sin democratizar el partido.
Así las cosas, mientras Cristina se enfrenta a una avanzada judicial que quedará en los libros de historia, el PJ rionegrino sigue atrapado en sus propias contradicciones: dividido, encerrado en su laberinto interno y cada vez más distante de la calle. La defensa a la líder quedó como un acto de compromiso mínimo, más protocolar que militante. Y eso, en política, también es tomar partido.