¿Murió Quino?

Tal vez sea solo una forma de decir. Murió Quino, o sea, Joaquín Lavado. Como dicen todos, el «papá» de Mafalda. Es una muerte que no esperábamos, menos en este año desgraciado. Pero una muerte, al fin, inexorable. La eternidad es solo un sueño, un imposible.

Pero, insisto, tal vez sea solo una forma de decir. Una forma de decir que la muerte, en este caso, se permite una excepción. Porque Quino, en verdad, no ha muerto. Solo se ha muerto Joaquín Lavado. Un hombre. El traje corpóreo de un monumental creador llamado Quino.

Entre 1964 y 1973, Quino, ese creador, publicó e hizo vivir para siempre a Mafalda, su familia, sus amigos. Esta historieta, una tira diaria con el formato clásico que se usaba entonces en diarios, produjo una revolución cultural todavía vigente, una identificación popular inigualable.

Quino, no obstante, no se quedó en eso, en esa formidable conquista del placer creativo de la especie humana. Produjo a lo largo de sus 88 años una cantidad impresionante de viñetas con un humor de inocencia corrosiva, de profundidad insondable. Un humor altamente crítico hacia la sociedad consumista del siglo XX. Un humor, podría, decirse, fundacional, porque formó parte de un mundo propio, un planeta Quino, un universo enteramente personal y a la vez partícipe de todos, de cada uno de nosotros.

Sí, tal vez sea una forma de decir. Quino murió, para no morir jamás.