En una gestión que se jacta de haber "apagado la obra pública", el Gobierno de Javier Milei sorprendió al anunciar un megaplan energético de más de USD 6.600 millones, que promete renovar parte del sistema eléctrico del país y reducir los cortes de luz. Aunque no habrá inversión estatal directa, los usuarios terminarán pagando las obras a través de sus facturas.
Entre las 17 obras estratégicas incluidas en el plan, varias impactan directamente en Neuquén y Río Negro, dos provincias clave para el desarrollo energético nacional. Las iniciativas fueron declaradas “prioritarias” por el Ministerio de Economía y apuntan a descomprimir el colapsado sistema de transporte eléctrico, que desde hace años no da abasto ante el crecimiento de la demanda.
¿Qué obras llegarán a la región?
Según la Secretaría de Energía, las siguientes obras afectarán directamente a usuarios del Alto Valle y zonas cercanas:
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Línea de 500 kV Puerto Madryn – Choele Choel – Bahía Blanca: clave para mejorar la transmisión desde la Patagonia norte hacia el centro del país.
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Alternativa Oeste: Línea 500 kV desde la represa Néstor Kirchner hasta Piedra del Águila, atravesando Santa Cruz, Chubut y Río Negro.
Estas líneas no sólo reforzarán el sistema en la región, sino que permitirán evacuar con mayor eficiencia la energía generada por represas y parques eólicos del sur, algo que hoy se ve limitado por la falta de infraestructura.
¿Quién paga la cuenta?
En línea con la política de Milei de no financiar obra pública con recursos del Estado, las obras serán ejecutadas por empresas privadas mediante concesiones. El costo no se trasladará de inmediato, sino una vez que las obras estén terminadas y funcionando.
Pero el dato no menor es que el costo lo terminarán pagando los usuarios beneficiados por esa nueva infraestructura, vía tarifas. Así lo aclaró el vocero presidencial Manuel Adorni: “No habrá erogación pública, pero sí una participación privada que luego será recuperada por el servicio prestado”.
Un sistema colapsado y viejo
El anuncio no es casual. Según datos oficiales, el 35% de las instalaciones actuales están al límite de su vida útil, y la última gran obra de transmisión en alta tensión se terminó en 2017. Mientras tanto, la demanda creció un 20% en la última década, pero la red de transporte eléctrico sólo un 8%.
El resultado: cortes masivos, cuellos de botella, saturación del sistema, y miles de usuarios sin luz en momentos críticos. En marzo, por ejemplo, dos apagones dejaron a más de 700.000 usuarios sin servicio en el AMBA, con personas atrapadas en ascensores y hospitales en emergencia.
¿Y Neuquén?
En la región, los problemas eléctricos no son menores. Aunque los cortes no tienen la frecuencia del AMBA, las redes troncales están al límite y cualquier falla puede generar interrupciones prolongadas. Además, con la expansión urbana y el crecimiento poblacional, la demanda sigue aumentando.
Las nuevas líneas de alta tensión no solo fortalecerán el suministro eléctrico, sino que también favorecerán la radicación de industrias y emprendimientos que hoy dudan por la falta de infraestructura confiable.
Obra privada, pero con impacto público
Aunque las obras no serán financiadas por el Estado, su impacto será visible y necesario. El desafío será garantizar que las licitaciones se concreten en tiempo y forma, y que los costos que finalmente paguen los usuarios sean razonables y transparentes.
Por ahora, no hay fechas concretas para el inicio de las obras. El plan fue presentado, pero queda por ver cuánto tarda en transformarse en realidad.