El viaje en un colectivo de larga distancia hacia el sur del país se tranformó en una pesadilla. Lejos de ser apasible, las constantes agresiones, ataques verbales y disturbios de un joven alteró a todos. Desde la empresa Vía Tac, se cominicaron con el 911 y así arrancó el operativo policial que perimitó detener a un pasajero, un neuquino de 23 años con pedido de captura vigente.
A la altura del kilómetro 998, frente al puesto de Seguridad Víal de Choele Choel, las luces policiales rompieron la monotonía de una noche cerrada. La escena tenía tintes cinematográficos: el colectivo se detuvo abruptamente bajo la vigilancia de los oficiales, que esperaban pacientemente a su objetivo. Dentro, un joven visiblemente alterado y provocador desconocía que su destino estaba a punto de cambiar.
Todo había comenzado minutos antes, cuando una llamada telefónica alertó a la policía sobre los disturbios a bordo del ómnibus. Gritos, tensión y pasajeros inquietos. La situación se tornó insostenible y los choferes no tardaron en buscar ayuda. Al frenar en el puesto de control, el joven reaccionó con mayor agresividad, enfrentando incluso a los uniformados que intentaban calmar la situación.
La intervención fue oportuna. Debido a su estado exaltado, tuvo que ser reducido por la fuerza entre las butacas y la mirada atenta de los demás pasajeros. Inmediatamente fue trasladado a la Comisaría 8°, donde debieron identificarlo y la revelación terminó de cerrar el círculo. Su nombre figuraba en los registros judiciales: sobre él pesaba un pedido de captura vigente, emitido por la Oficina Judicial N° 1 de Neuquén. Sin escapatoria, quedó detenido y a disposición de las autoridades requirentes, cerrando un capítulo que comenzó en su ciudad natal y terminó en una fría madrugada rionegrina.
Mientras aguardaba en la comisaría, la tensión no disminuyo. Aún exaltado, el joven lanzaba frases inconexas, alternando entre desafío y la certeza de que su viaje había terminado en un calabozo, tras las rejas.