Los golpes marcaron la piel de un niño de 13 años, pero también dejaron cicatrices invisibles que el tiempo difícilmente podrá borrar. Su propio padre, aquel que debía protegerlo, se convirtió en su agresor. El Ministerio Público Fiscal reveló la escalofriante secuencia de violencia de género que el menor padeció en dos ocasiones: octubre de 2022 y marzo de 2023. En la última paliza, su hermana y su madre intentaron detener al joven, solo para convertirse también en víctimas de su brutalidad.
El caso salió a la luz cuando el adolescente acudió a un control médico de rutina y no quiso sacarse la remera. La resistencia del niño despertó sospechas, y lo que debía ser una consulta habitual se transformó en el descubrimiento de una realidad aterradora. Las marcas en su cuerpo eran prueba irrefutable de la violencia ejercida por su propio progenitor. Exámenes médicos posteriores certificaron la agresión, y el relato del menor, sumado al testimonio de su madre y su hermana en Cámara Gesell, consolidó la denuncia penal.
Frente a las pruebas irrefutables, el acusado, con la representación del defensor oficial Pedro Javier Vega, aceptó una condena de un año en suspenso con costas, además de la imposición de estrictas medidas por dos años, como fijar residencia, mantenerse alejado de sus víctimas y someterse a tratamiento por violencia de género y contra menores.
La audiencia, celebrada esta mañana en los tribunales de Viedma, contó con la intervención del juez de Garantías Marcelo Chironi y la fiscal Yanina Estela Pasarelli. En los próximos días, se espera que se formalice la sentencia condenatoria, poniendo fin, al menos en lo legal, a un caso que expuso la brutalidad de la violencia intrafamiliar.