Otra crueldad: cruzó el país y no pudo despedir a su madre

Una docente del colegio Don Bosco de Rawson viajó tres mil kilómetros hasta Formosa para estar los últimos minutos con su madre, enferma de cáncer terminal, pero se lo impidieron. El pasado fin de semana, la odisea de Carmen Acosta tomó resonancia nacional y las autoridades formoseñas le permitieron el ingreso a la ciudad, pero debió permanecer aislada en un hotel. Estuvo cinco días a pocas cuadras del nosocomio adonde su madre daba las últimas luchas contra la enfermedad. En medio del llanto, hoy contó que su madre falleció y no pudo despedirla: “no quiero despedirla en un cementerio, por favor, quiero verla en los últimos minutos de vida”.

Durante los últimos cinco días se multiplicaron los pedidos desde las autoridades y la comunidad de Rawson para intentar humanizar una situación dramática. Esa cadena de solicitudes sólo alcanzó a obtener el permiso de alojamiento en un hotel, para cumplir la cuarentena. Acosta sabía que era una carrera contra el tiempo por el avanzado deterioro de la salud de su madre por lo que en el inicio de esta semana volvió a implorar a las autoridades formoseñas el cumplimiento de los más estrictos protocolos para poder ingresar al nosocomio adonde su madre estaba internada.

El drama de la docente chubutense, que se suma a lo vivido por un padre de Plottier y por dos jóvenes de Tierra del Fuego –entre miles de casos en todo el país- llama nuevamente a la reflexión sobre la rigidez de algunas medidas que se establecen sin el menor miramiento a la situación expresa de cercanía de la muerte.

El regreso de Carmen Acosta tendrá otros tres mil kilómetros, los mismos que tuvo que hacer para llegar a Formosa pero esta vez con la herida más cruel de la pandemia: las normas establecidas presentan un rostro filoso que al no tener contemplaciones, hiere de muerte.