A baldazo limpio, contra el fuego que les consumía el auto

Miércoles a la tardecita, en Allen, junto al canal de riego, detrás de la bodega Millacó. Un auto se detiene, se escucha una explosión, y las llamas comienzan a surgir desde el motor de la máquina. Los dos muchachos se bajaron corriendo del vehículo, abrieron el baúl, sacaron un balde y acudieron a la abundante y fría agua del canal.

Enfrente, gente que estaba de paseo grabó todo, haciendo los comentarios del caso. Los pibes trabajaban como bomberos expertos, afanándose entre el canal y el auto, arrojando baldazos con agua destinada al riego, El capot lo subían y bajaban a despecho de las altas temperaturas, y las llamas se apagaban y encendían nuevamente con la velocidad del rayo.

Hasta que la persistencia y el trabajo, realizado con altísimo peligro -el auto podía explotar- dieron su resultado, y el incendio fue conjurado. ¿Y los bomberos? preguntó uno de los cineastas aficionados de la otra orilla. "De acá a que vengan, se cambien..." deslizó otro, aprobando tácitamente la lucha privada contra el fuego.

Fue un hecho minúsculo, pero revelador en su potencia metafórica: a veces, da la sensación de que lo que hicieron los muchachos con su auto prendido fuego, es lo que hacen los gobiernos con este país. Y a veces, también se equivocan, y en vez de agua del canal de riego, le arrojan nafta al incendio.