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Reclaman la Ley Lucio en Neuquén
Aquí, en la provincia, también se vulneran derechos de niños y niñas. Piden capacitaciones obligatorias.
El diputado por la Democracia Cristiana, Carlos Coggiola, presentó un proyecto para que la provincia de Neuquén adhiera a la Ley nacional 27.709 que crea el plan federal de capacitación sobre derechos de niñas, niños y adolescentes; y a la que se conoce como Ley Lucio.
“La norma fue sancionada en el Congreso de la Nación con el objetivo de prevenir las violencias y abusos en la infancia, a partir del caso de Lucio Dupuy, el niño de cinco años asesinado a golpes en La Pampa”, recordó el legislador neuquino.
Hace apenas unos pocos días, dicha norma fue promulgada por el Gobierno nacional (que la publicó en el Boletín Oficial) y aquí, en Neuquén, Coggiola propuso que el ministerio de Desarrollo Social sea autoridad de aplicación y disponga las capacitaciones obligatorias para médicos, docentes y funcionarios del Estado que trabajen con la niñez y adolescencia.
Cabe recordar que Lucio fue brutalmente abusado y asesinado a golpes por su progenitora y la pareja de esta. El chiquito estaba al cuidado de su familia paterna y llevaba una vida feliz hasta que la jueza de Familia y del Menor de General Pico, Ana Clara Pérez Ballester, ordenó que volviera con quien lo había abandonado; es decir con su progenitora. Fue por eso que el abuelo de Lucio definió a esta jueza como “la tercera asesina”.
En febrero ambas asesinas, Magdalena Espósito Valenti (progenitora) y Abigail Páez (pareja de esta) fueron condenadas a prisión perpetua y luego el Congreso de la Nación aprobó aquella ley.
El caso de Lucio es extremo. Pero aquí, en la provincia de Neuquén, hay jueces de Familia que cortan el sagrado vínculo entre padres e hijos, ni bien se presenta una denuncia sobre supuesta violencia que jamás es constatada. Luego se comprueba que en la inmensa mayoría de los casos esas denuncias son falsas y remiten a hechos que jamás existieron. Pero los jueces y juezas que actúan de ese modo vulneran los derechos de niños y niñas, a los que les arrebatan horas que lamentablemente no recuperarán jamás. Lo hacen por temor a las represalias internas y escraches externos que promueve el feminismo extremo.
