LITERATURA

La ficción como forma de colonización: charla con C. S. Pacat

La escritora australiana C. S. Pacat, visitó recientemente la Argentina y nos dejó algunas reflexiones sobre cómo la ficción puede ser un lienzo en blanco donde desplegar definiciones de quiénes somos.
jueves, 24 de noviembre de 2022 · 22:59

Podríamos decir que en gran parte del planeta la ficción solo consigue aprovechar la mitad de su potencial. Constituye un mecanismo de escape, una manera de saltar desde la realidad a mundos foráneos y lejanos y cargados de posibilidades. Cerramos los ojos con fuerza, inhalamos relatos fantásticos, y la vida real parece sentirse más grande.

Tal es el hechizo que acerca a millones de personas a devorar un sinfín de temporadas de Game of Thrones, crecer con Harry Potter y Narnia, e invertir muchas horas en las películas de El Señor de los Anillos. Sin embargo, la fantasía no logra ser más que un escapismo, una puerta a otras realidades, y por más de que haya una inmensa belleza en ello, sigue siendo la única ficción que actualmente les es posible a los países que han sido colonizados en su historia.

 

La fantasía no logra ser más que un escapismo, una puerta a otras realidades, y por más de que haya una inmensa belleza en ello, sigue siendo la única ficción que actualmente les es posible a los países que han sido colonizados en su historia.

 

Detengámonos en las cuatro obras de ficción que mencioné anteriormente. Todas ellas encapsulan preciosos mundos ficticios, personajes que muchos consideramos nuestros héroes, y narrativas que endulzan nuestra imaginación. Esos cuatro libros son también los productos de plumas de habla inglesa. Por ende, sus paisajes, formas de pensar y tramas reflejan principalmente la historia británica dado que de allí provienen. Incluso los nombres más comunes y repetidos en las estanterías de fantasía del mundo son Henry, William y Harry (y allí tenemos al célebre Harry Potter, sí), que curiosamente son los nombres de algunas de las figuras históricas más importantes de la historia de Gran Bretaña.

En parte, esto tiene sentido. La ficción es un espacio donde todo es posible, un lienzo en blanco donde desplegar definiciones de quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos. Ese es uno de los muchos superpoderes de Game of Thrones, Harry Potter, Narnia y El Señor de los Anillos en Gran Bretaña. Son un bello pasatiempo y un lugar donde explorar quiénes son. Y, en cambio, para millones de jóvenes latinoamericanos que consumen mayormente productos culturales extranjeros en lugar de locales, estas historias no pueden ser sino lejanas. Son incongruentes con sus realidades, con sus frustraciones, sueños y expectativas. Para ellos, la fantasía no tiene permitido ser un espacio donde preguntarse de dónde provienen.

Estas preocupaciones condujeron a la escritora australiana C. S. Pacat a escribir su nuevo libro best-seller, El Rey Oscuro, publicado por Ediciones Urano. En su reciente visita a la Argentina, tuve la oportunidad de conversar con ella sobre cómo la ficción puede ser una manera de colonización. Descubrí entonces que la idea para su libro se le había ocurrido visitando el Museo del Louvre en París, donde veía en cada sala objetos y pinturas de culturas africanas, asiáticas y latinoamericanas, naciones colonizadas y que no poseían el patrimonio de su cultura en sus propios museos.

En parte, eso la llevó a la elaboración de personajes en El Rey Oscuro que estuvieran marcados por la colonización, individuos “desplazados de sus hogares” y “que transitan un mundo donde fragmentos de su cultura son coleccionados y colocados en exposiciones sin comprender el contexto de producción de esos fragmentos”.

Aunque su mundo fantástico es ficticio, sus cimientos se encuentran en Australia, su tierra natal, también una “nación colonial”, como la definió Pacat. La infancia de esta talentosa escritora consistió de edificios victorianos de origen británico y un desierto que no se parecía en lo más mínimo a las novelas de ficción que ella amaba.

“La fantasía británica no tiene mucho sentido en Australia”, me contó. Le resultaba incongruente, disfrutando de narrativas que enamoraban su mente pero sin poder gozar de la fantasía como un lugar donde aprender su historia, sus mitos, sus héroes nacionales, y gran parte de su identidad. Por eso escribió El Rey Oscuro, una de las novelas juveniles del momento.

Me fui de aquella conversación realmente sorprendida. No quería contarle al mundo sobre la magnífica prosa de la autora, sus atrapantes personajes y las enormes dosis de acción que plagan su trama. Quería hablar sobre su intento de alzar la voz contra los intentos colonizadores de la fantasía. Me dejó pensando en todo lo que la fantasía no es para nosotros en este rincón del mundo pero sí para las naciones europeas. Y me generó preguntas. ¿No crecen millones de niños y adolescentes devorando ficciones extranjeras? ¿No es ya momento de proponer historias de fantasía que se inscriban en nuestros escenarios locales? ¿No hay acaso un enorme poder en las obras de ficción?

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