Israel e Irán aceptaron el cese del fuego decidido por Donald Trump porque ninguno de los dos, por razones bien distintas, está en condiciones de arruinarle el primer éxito en política exterior de su segundo mandato al presidente de Estados Unidos. Irán por su debilidad, que ya era evidente antes de empezar la guerra y que se transformó en algo peor tras los ataques que destrozaron su infraestructura nuclear y militar. Y Bibi Netanyahu, premier israelí, porque por un buen tiempo no puede pedirle nada más a Trump, quien ya le dio, quizá, más de lo que él mismo imaginaba.
Trump tenía claro que luego de involucrarse en una guerra que nunca quiso que se desatara y de ordenar la operación militar sobre las principales instalaciones nucleares iraníes, necesitaba imponer un cese del fuego en un conflicto que, encima, comenzó durante su mandato. Era el único escenario que le servía para mostrar al mundo, después de sus fracasos en Ucrania y en Gaza, que era capaz de frenar las guerras. Por eso la ansiedad de anunciarlo a través de un mensaje en redes sociales y por eso la furia cuando Irán, pero sobre todo Netanyahu, amagaron con desobedecerlo. Rápidamente, gritos y amenazas de por medio, controló la situación.
Fue una apuesta de enorme riesgo la que hizo Trump porque si el ataque a Fordow, Natanz e Isfahan derivaba en una ampliación del conflicto, hubiese quedado muy expuesta su debilidad, tanto afuera como adentro de Estados Unidos. Importantes figuras del movimiento MAGA expresaron públicamente sus críticas al involucramiento militar estadounidense. No solo porque iba en contra de sus promesas de campaña de aislarse y desengancharse de los conflictos mundiales y de dejar de derrochar recursos económicos, militares y humanos en conflictos lejanos y que heredó de los demócratas, sino porque, además, lejos de lograr pacificar el mundo, Estados Unidos echaba más nafta al fuego.
Israel, ganador de una importante batalla
Al igual que Trump, Bibi Netanyahu quedó del lado de los ganadores. No solo por la contundente y extraordinaria eficacia demostrada por su ejército y sus servicios de inteligencia para destrozar la infraestructura militar y nuclear iraní, sino por haber empujado a Trump a involucrarse para dar el golpe que solo Estados Unidos podía dar y que permitió, según algunos informes de inteligencia y de la OIEA (eOrganismo Internacional de Energía Atómicao de la ONU que contrala), atrasar mucho la posibilidad de que Irán obtenga armamento nuclear. Es la segunda vez que Bibi logra convencer a Trump de tomar decisiones sensibles: en su primer mandato le había pedido que abandonara el acuerdo que Obama, los otros miembros del Consejo de Seguridad y Alemania habían firmado con Irán. Trump lo hizo.
Ahora se viene lo más difícil para Bibi. Conforme pasen los días y la guerra contra Irán se vaya corriendo de los medios de comunicación, el tema Gaza volverá al centro de la escena y con él las críticas internas y externas a una guerra que está por cumplir 20 meses, que provocó una gravísima crisis humanitaria de impredecibles consecuencias, y en la que el gobierno israelí está empantanado: Netanyahu no cumplió a través de la opción militar los objetivos que se propuso, que son traer a todos los secuestrados y sacar a Hamas de la Franja de Gaza.
Irán, humillado pero vivo
Apenas se conoció el grado de la respuesta iraní al ataque estadounidense a sus instalaciones militares, todos sabían que el conflicto estaba cerca de terminar. El régimen teocrático, en su momento de mayor debilidad desde que conquistó el poder en 1979, optó por sobrevivir, y por eso ejecutó una respuesta muy medida y simplemente atacó bases estadounidenses en la región. Fuera de combate sus brazos armados Hamas y Hezbollah, Siria transformada en un caos, sus defensas absolutamente destruidas, su arsenal misilístico reducido dramáticamente y su plan nuclear agonizando, no le quedaba alternativa. Irán fue humillado. Y cuando miró más allá de la región vio cómo Rusia y China, elegantemente, lo dejaron solo. Por eso lo único que pudieron decirle a su gente, enojada, frustrada y cansada del régimen, fue que lograron quedar en pie frente al ataque conjunto de la principal potencia regional y del país más poderoso del mundo.
Habrá que ver si el régimen supera esta crisis y se recupera del golpe sufrido. Dependerá mucho de no hacer enojar a Trump, que como mínimo quiere que Irán no se vuelva a transformar en un obstáculo para su principal objetivo: normalizar Medio Oriente. El régimen puede tomarse un tiempo para intentar fortalecerse internamente y volver a reconstruir su influencia regional que ha desaparecido.
Para eso necesitará, en la negociación que empezará más temprano que tarde con Estados Unidos, que le alivien las sanciones y que le liberen los fondos en el exterior que tiene congelados. Para eso, Trump quiere asegurarse de que el régimen renuncie definitivamente a su plan nuclear o se quede con algo mínimo, y estrictamente controlado, de desarrollo para fines pacíficos. Para eso tendrán que quedarse dentro del Tratado de No Proliferación y aceptar las inspecciones de la OIEA, organismo que preside el argentino Rafael Grossi, quien quedó en la mira de los ayatolás por denunciar los 400 kilos de uranio enriquecidos al 60 por ciento, dato que terminó de convencer a Bibi para ordenar el ataque. El destino de ese material es una incógnita.
En el corto plazo es muy probable que Irán respete el cese del fuego y termine acordando con Trump. Pero también es probable que esta guerra, en la que Irán la pasó muy mal y que hizo tambalear al régimen, termine de convencer a los sectores más duros del poder iraní de que lo que más necesitan para garantizar su supervivencia es justamente la bomba nuclear.
Lo que viene
Trump ya le avisó a Netanyahu que se prepare para lo que viene. Esto es no solo retomar pronto el acuerdo con Hamas, que Bibi rompió en marzo, para traer a los rehenes que faltan y terminar la guerra en Gaza, sino empezar a preparar una hoja de ruta que podría contemplar al final del camino un Estado para los palestinos. Tiene que ser lo suficientemente contundente para que Arabia Saudita y los países del Golfo la acepten y todos se terminen sumando al nuevo Medio Oriente en paz que sueña Trump.
Bibi tendrá problemas: ya no tiene margen para no hacer lo que le pide Trump, pero sabe que, si lleva esas propuestas a su gabinete, dominado por los sectores más extremos y radicalizados de la política israelí en relación con los palestinos, su gobierno va a caer. En Irán los problemas sobran. Al reemplazo de muchos de sus dirigentes asesinados en los últimos días y a la necesidad de rearme militar, hay que sumarle la delicada situación social interna que, pasada la guerra, puede volver a traducirse en reclamos y protestas.
Solo el mediano plazo nos permitirá saber si lo sucedido en la “Guerra de los 12 días” fue un paso hacia la pacificación de la región o, como parece, solo un round más de un enfrentamiento que puede terminar de dinamitar la paz mundial.