COVID-19

Murió el diácono ciego consagrado por De Nevares

Ocurrió hoy en Junín de los Andes y generó mucha tristeza en la comunidad.
sábado, 16 de enero de 2021 · 18:30

Las ciudades pequeñas lloran a sus muertos de manera diferente, simplemente porque no son anónimos. Todos se conocen. La Covid-19 golpea fuerte en estos últimos días llevándose a reconocidos vecinos, antiguos pobladores, gente trabajadora honesta y querida. 

Fueron varios en las últimas horas y todas causan mucho dolor. 

Hoy también se fue Adrián  "Nano" Calfunao, después de pelearle al virus con toda la fuerza que tuvo, pero que no alcanzó. La gente del sur, de Junín, las comunidades mapuce  y, especialmente de Las Coloradas lo extrañarán, porque durante 28 años estuvo en ese pequeño pueblo ejerciendo como diácono, luego que fuera elegido y consagrado por Monseñor Jaime de Nevares. 

Nano, tuvo una historia especial de vida, y para contarla decidimos tomar su  testimonio, dado  en la FM "La Voz del Chachil" en Paso Aguerre hace ya varios años.

"Yo naci en 1939 en la estancia Palitué, cerca de Junín de los Andes. Mis padres eran peones de campo. De muy chiquito perdí la vista, por una infección y con remedios caseros me quemaron la vista del todo. En la estancia me crie entre los animales, y con el canto de los pajaritos.
“La vida era muy sufrida. El peón de estancia tenía que trabajar de sol a sol; parecía que no tenía derechos. Pagaban solamente un pequeño sueldo; para poder vivir, mi mama hacía queso casero, a veces vendía alguno, y de esto vivíamos. Había mucha pobreza e injusticia. No había beneficios para el trabajador como ahora. Nosotros los chicos nos criábamos a fuerza de sacrificio. Por ejemplo, de las bolsas de harina de género se hacía la ropa para los chicos. La vida era muy dura. No había hospitales, ni médicos aquí en la Provincia de Neuquén. 
"Allí en la estancia ,en el puesto, aprendí a tocar la guitarra, solamente escuchando a otros y empecé a practicar. Alguien me regaló una armónica y así empecé a tocar la guitarra con la armónica. Poco a poco con algunos amigos fui aprendiendo más, y gracias a Dios, para mi la guitarra es como un consuelo, es como una compañera de la vida. La guitarra aleja las penas en la soledad. Cuando uno llora ella lora, cuando uno esta contento, ella también esta contenta.”
“Con 11 años me llevaron a Buenos Aires a un colegio de no-videntes. Me ofrecieron el pasaje libre, y en 1951 llegue al colegio Manuel Belgrano. Allí aprendí a leer y escribir en el sistema braile ".

“Cuando estaba en el colegio con las hermanas religiosas visitábamos a los ancianos y enfermos. Esto a mi me marcó mucho. Pero cuando volví a Neuquén, no fue fácil continuar en esto. Cuando volví alguien me había sacado del camino de Dios. Pero yo sentía mucha angustia y tristeza. Muchas veces estaba llorando. Ahí, mi madre me llevó a la Iglesia en Junín y me confesé con un sacerdote. Ahi recuperé mi alegría.”
“Cuando murió mi madre, me arrodillé ante la imagen de la Virgen y le dije que ella me acompañe, que no me deje solo, que ella sea mi madre, y que Jesús, su hijo me guie, que no caiga en desgracia así.”
“Empecé a visitar a los enfermos y pobres y esto me hacía muy feliz. Para mi esto hoy es lo más lindo y sano que hay en la vida ,y con esto me siento lo mas feliz.”
“Conocí al primer Obispo de Neuquén,  Don Jaime Francisco de Nevares, cuando él fue a visitar a Junín de los Andes, cerca de 1966, por ahí me comentaban que estaba el obispo, y fui a compartír con él. También pasaba por nuestro puesto en el campo a saludar. Él me decía tantas cosas profundas e importantes. Siempre daba ánimo y alentaba, por ejemplo decía: No bajes los brazos! Muchas veces tenía citas del Martin Fierro, sabía muchos párrafos del Martín Fierro de memoria y los citaba.
El Padre obispo Jaime cantaba verdades que otros no se animaba a cantar, siempre en defensa del humilde, explotado, del trabajador, del mapuche.”
“Un día me ofreció la ordenación diaconal. Estábamos guitarreando en Zapala, con los hermanos Epullán ,y Don Jaime se sentó a mi lado, y me dijo: "Tengo que conversar contigo. Quiero ordenarte diácono."
Y yo le dije: "Monseñor, yo estoy dispuesto a cumplir la voluntad de Dios, si usted quiere, hoy mismo estoy dispuesto."
Entonces el 14 de julio de 1991 recibí la ordenación de manos del obispo Don Jaime.”

“Don Jaime siempre defendía la gente humilde y pisoteada, siempre luchaba por los derechos de las comunidades mapuche. Y nosotros tenemos que ser así. Porque Cristo siempre dijo: “No teman!”. Esto vale también para nosotros. No tenemos que tener miedo a nada y nadie."

En Junín, en las comunidades, en Las Coloradas, se lo recordará guitarra en mano, caminando las calles con gran sentido de orientación a pesar de su ceguera, visitando enfermos, llevando consuelo.

Lo intentó, pero el virus le ganó. Don Jaime lo estaba esperando para escuchar sus acordes una vez más. 

 

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