EDITORIAL

Los tarifazos y la discusión de fondo

La caída de los movimientos populista en el cono sur parece ser una repetición cíclica de nuestra historia y de los avatares del capitalismo a escala planetaria. La década ganada recuperó derechos pero despilfarro oportunidades y no controló la corrupción.
domingo, 29 de mayo de 2016 · 01:28
El enfrentamiento que existe por la imposición de un nuevo paradigma económico en recambio del que se fue con la derrota de noviembre ha generado una gran base de discusión política. La amplificación de esa discusión se genera por los efectos sociales de las nuevas medidas económicas y la poca gracia que tiene el gobierno para comunicar lo que persigue en esta etapa de vida política Argentina. Aunque tampoco comunicando con gracia va a  menguar el costo social de esas medidas.
Tras la década del consenso neoliberal la confianza en la democracia había decaído a niveles preocupantes en América Latina, en Argentina particularmente luego de los estallidos sociales en  el 2001 la confianza en las instituciones políticas descendió a sus peores niveles desde la recuperación democrática en 1983. De acuerdo a http://www.latinobarometro.org/  los niveles de satisfacción con la democracia estaba por debajo del 22  por ciento entonces y el último índice publicado en 2015 alcanzó al 70 de satisfacción. Los investigadores deducen que esos números tienen que ver con las políticas que se han practicado desde el Estado.
Del mismo modo los números acerca de las preocupaciones por los niveles de corrupción política han crecido hasta el 74 por ciento de los encuestados, marcando claramente cuál es la agenda política que hay que asumir.  Los problemas del crecimiento económico, la generación de empleo, el combate a la corrupción, la lucha contra el narcotráfico, la inflación y la pobreza estructural son los temas más urgentes al que debe enfrentarse el gobierno de Cambiemos.  Para hacerlo debe primero terminar de deconstruir el estado populista heredado del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y poner de pie el modelo capitalista que auspicia desde su ideario político. En esa transición estamos. 
La pregunta que muchos ciudadanos se hacen es cuál es la posición política que se asume desde la provincia de Neuquén dado que el gobierno de Jorge Sapag acompañó la idea kirchnerista y al gobierno de Cristina Fernández. El interrogante que subyace tras la nueva legitimidad lograda en abril del año pasado es hasta donde el nuevo gobernador Omar Gutiérrez puede sostener las posiciones políticas heredadas del gobierno que lo antecedió e integró. Esas ideas cabalgan en la mente de quienes quieren posicionarse enfrente con aspiraciones políticas de sucederlo. Resulta muy temprano hablar de estas cosas, como resulta muy temprano hablar de un doble mandato. 
Lo lógico indica que cada gobernador empieza su mandato con la ilusión de lograr un segundo, es normal, aceptable políticamente y hasta razonable siguiendo los antecedentes políticos en la historia de la provincia y del partido gobernante. Lo que se debe analizar en esta coyuntura es el contexto en el que el gobierno asume su gestión y las circunstancias que determinan el rumbo de esa gestión. Fundamentalmente teniendo en cuenta los avatares que limitan o coartan la capacidad de acción con que disponen para resolver las cuestiones que lo desafían. Es muy poco rentable políticamente acusar al gobierno de incoherencia política cuando se conoce de antemano como es la relación con el gobierno central.
Por tanto, el gobierno de Omar Gutiérrez esta exento de costos respecto de su acercamiento con el gobierno de Mauricio Macri, más allá de su participación en el gobierno de Sapag como ministro de Economía o como uno de sus delfines políticos a la hora de heredar su gobierno.
 La inauguración de una nueva etapa en la política argentina le cae como anillo al dedo a la nueva gestión provincial y además le abre un panorama auspicioso con relativas ventajas respecto a sus competidores locales. Léase esto último con respecto a las figuras políticas que están en condiciones de disputarle el poder al MPN o al propio gobernador. Si le ponemos nombres, estamos mencionando a Horacio "Pechi” Quiroga y a Ramón Rioseco, dos de las figuras provinciales que podrían disputarle el poder al MPN.
La política neuquina depende de la capacidad de la tesorería, eso es así aquí y en cualquier Estado provincial; con resto económico lo político se subordina y se formatea, hablando en términos modernos, el orden que rige desde hace medio siglo determina el comportamiento de la sociedad. Algunos analistas han marcado ese disciplinamiento político vertical ejercido por el kirchnerismo durante su hegemonía, pero no tienen la suficiente sinceridad para señalar que esas relaciones se reproducen en todos los niveles del Estado. Aquí también sucede y se reproducen en todos los niveles sociales e institucionales. La reproducción de poder condiciona la calidad institucional y se da en todo los niveles del Estado.
La creación del ministerio de Ciudadanía es una un aporte importante al crecimiento del Estado a la incorporación o empoderamiento de nuevos sectores sociales ausentes hasta ahora en la estructura estatal. Este desafío asumido por la nueva gestión implica revisar y modificar ciertas conductas que se pueden calificar de viciosas y que ayudan a la reproducción de poder. Ese es el costado al que apuntaran los opositores internos y políticos. La interna del MPN vuelve a activarse y a partir de allí se comienza a configurar el escenario político con miras a las elecciones de medio término de 2017. Hay una nueva disputa en marcha, y el gobierno comienza a asumir que es el blanco de las demandas.
Lo que hasta ayer era ilusión, hoy se convierte en responsabilidad de gobierno.
M.E.G.  



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