La política nunca es del todo sincera, pero cuando coincide la oportunidad de la sinceridad con la singularidad de la coyuntura, este atributo infrecuente en las relaciones humanas cobra una fuerza impactante: es lo que ha sucedido esta semana, en la que el gobierno de Rolando Figueroa concluyó, con éxito, con la paritaria estatal anticipada, y pudo mostrar un logro que efectivamente va en el camino de una sinceridad que se añoraba: por primera vez en la historia de la provincia, y, posiblemente, del país todo, se proyectará un presupuesto con una masa salarial que se corresponderá con la realidad, una rareza en una práctica política acostumbrada más a dibujar que a diseñar proyecciones matemáticas exactas.
Figueroa acertó con una decisión que puede cuestionarse desde su esencia misma, pero no desde el sentido de la oportunidad. Posiblemente el gobernador haya visualizado el extraordinario campo de coincidencias que ubicó a Neuquén en el centro de una espiral positiva pocas veces vista: aumento de recursos con proyección ascendente, gracias a Vaca Muerta; ahorro de gastos innecesarios, en un contexto político que destaca esto como positivo desde el plano nacional; ordenamiento de la economía macro del país, por ahora con éxito no exento de dificultades; y que todo ocurra en un año no electoral que precede a otro que sí lo será.
No es poca cosa que el mismo Figueroa estime una reducción del gasto público improductivo, este año, de mil millones de dólares; como tampoco lo es que el gobernador sea quien declare que hay un déficit de 4 mil millones de dólares en infraestructura que sería necesaria en la provincia. Son afirmaciones que suenan a sinceras, de una sinceridad nueva, desde el punto de vista que revisten credibilidad. Es un factor político muy importante para cualquier gobernante, y no desentona con esa misma sinceridad que declama el presidente, Javier Milei, desde una vereda ideológica muy distinta, y, ciertamente, con un estilo también muy contrastante con el que esgrime Figueroa.
El extraordinario campo de coincidencias termina fundiendo todo en el mismo horno de alta temperatura. Digamos que la potencia de Vaca Muerta anula cualquier posibilidad de salirse de ese influjo. Vaca Muerta le ha pasado por encima a las ideologías, y ha tornado innecesarias las diferencias que no ameriten ser sustanciales y profundas. Lo que hace unos años era resistido, por ejemplo, desde la santidad ambiental, hoy no existe, no es importante. El fenómeno que ha producido la producción económica concreta y real ha superado el liviano obstáculo de la sanata progresista que dominó el escenario desde la década del '90 del siglo pasado hasta el 2020 inclusive. La política aprovecha esto, y, por eso, el escenario electoral que se avecina confrontará el qué se hace con la riqueza, no el hecho de que la riqueza de un recurso es necesaria e incuestionable.
El valor que tiene Figueroa y su propuesta es la de haber ajustado el gasto sin hacer un ajuste, al tiempo que ordenaba las cuentas y tornaba previsible la proyección del gasto principal del Estado, que son los salarios de sus miles de agentes. Ahora pondrá en escena su singularidad, que es la de privilegiar en la distribución de la riqueza de los yacimientos a los neuquinos, proyectando lo que vendrá después de Vaca Muerta.
¿Quién se pondrá enfrente? Es obvio, por ahora, que habrá un oficialismo nacional que lo enfrente, sin discutir intenciones, sino esgrimiendo las presuntas bondades de una motosierra que hizo posible que Neuquén quedara mejor ubicada en el mapa; y, muy cerca, aunque diferenciado, el peronismo kirchnerista remanente con la izquierda dispersada en mil fragmentos. Para simplificar la proyección, digamos que la propuesta electoral de Figueroa enfrentará, el año que viene, tanto a la derecha como a la izquierda, desde un centrismo identitario, que presumirá de su equilibrio frente a las peligrosas grandilocuencias de los extremos.