A solo tres meses de asumir su segundo mandato, Donald Trump ya dejó bien claro cuál es su objetivo principal en política exterior: frenar a China como sea. Y en esta misión, a diferencia de lo que ocurre con sus políticas hacia Ucrania o Medio Oriente, cuenta con el apoyo de todo el arco político estadounidense. Tanto demócratas como republicanos comparten la visión de que China representa la única amenaza existencial real para los Estados Unidos.
La estrategia de Trump en esta etapa es buscar aislar a China para socavar su poder económico, tecnológico y sobre todo militar. Y la puso en práctica con un enfoque de suma cero que aplica para relacionarse con aliados o enemigos. El mensaje es claro: "nosotros o China". Amenaza y extorsiona con el aumento de aranceles, con la quita de ayuda financiera, con desligarse de sus compromisos de defensa y con abandonar y desfinanciar los organismos internacionales. Veamos cómo Trump aplica esta estrategia.
Preocupación por América Latina
La reciente visita del secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, a Argentina es reveladora. Mientras apoyaba públicamente el rumbo económico de Milei, dejaba caer una exigencia inequívoca: Argentina debe romper sus vínculos financieros con China, específicamente el swap, la línea de crédito que nuestro país tiene con el gigante asiático.
Bessent dejó claro que su visita de 12 horas a la Argentina en medio de la tormenta económica mundial cuyo epicentro es Estados Unidos no se sostendrá solamente por el estrecho vínculo personal e ideológico que Milei mantiene con Trump. Este caso no es aislado. En Panamá, bastó una visita de Marco Rubio para que el gobierno anunciara su retirada de la Iniciativa de la Franja y la Ruta china y la venta de los puertos del Canal a una empresa norteamericana.
Desde hace tiempo la presencia china en América Latina es una de las principales preocupaciones para Estados Unidos. Beijing expandió su influencia mediante inversiones en infraestructura crítica, préstamos gubernamentales y acuerdos comerciales preferenciales. Solo un dato: el comercio bilateral con los países latinoamericanos se multiplicó por cuarenta desde el año 2000 al 2023. Ya desde la administración Biden, Estados Unidos viene alertando sobre los riesgos que significa para la región la presencia cada vez más fuerte de China tanto en materia económica, tecnológica y militar. Y lo hace advirtiendo sobre la manipulación que hace Beijing sobre los gobiernos latinoamericanos por medio de prácticas de inversión consideradas depredadoras.
¿Guerra a la vista?
Estados Unidos centra su enfrentamiento por el liderazgo global con China en la economía y la tecnología, pero lo que realmente mira con extrema preocupación es su desarrollo militar. Es eso lo que creen en Estados Unidos convertirá a China en una potencia global que definitivamente comprometa la hegemonía mundial norteamericana. ¿Por qué esta obsesión con China? Ya quedó atrás aquella idea de que "China se está convirtiendo en potencia mundial sin disparar un tiro". En el Indo-Pacífico, Beijing desafía abiertamente a Estados Unidos, acosando a Taiwán, amenazando islas japonesas y presionando a Filipinas en el mar del Sur de China.
El caso de Taiwán merece especial atención. Allí se concentra no solo la principal industria mundial de semiconductores, sino también un punto estratégico para el control de rutas comerciales vitales. Xi Jinping nunca ocultó su determinación de recuperar lo que la China comunista considera "territorio sagrado" y reclama desde 1949. Una eventual invasión podría desencadenar el peor conflicto desde la Segunda Guerra Mundial, con Estados Unidos defendiendo la isla y a sus otros aliados regionales.
Europa busca una estrategia
Mientras tanto, Europa también experimenta cómo adaptarse a este nuevo mundo que proponen las dos potencias económicas mundiales. Mientras el español Pedro Sánchez viaja a China y se reúne con Xi Jinping, Giorgia Meloni se reúne con Trump en Washington. Se trataría de una excelente estrategia por parte de la Unión Europea si realmente lo fuera. No queda aún del todo claro si se trata solo de impulsos individuales de líderes guiados más por su ideología que por un plan consensuado y pragmático. En este contexto, una falta de coordinación debilitará la posición europea y la dejará aún más vulnerable ante las presiones de ambas potencias.
En definitiva, para países medianos y pequeños, el desafío es mayúsculo. Mantener un equilibrio diplomático en este escenario cada vez más polarizado y agresivo requiere una gestión diplomática y política profesional y delicada. China juega con una ventaja considerable: la paciencia. Apuesta al largo plazo y quiere avanzar de manera constante hacia su objetivo de convertirse en una potencia que nadie pueda desafiar. Por su parte, Trump parece decidido a utilizar todas las herramientas que tiene a disposición para frenar a China ahora. En este contexto de caos geopolítico, en donde los conflictos se expanden y se exacerban, el mundo se ha transformado en un campo de batalla en el que, cada vez de forma menos silenciosa, Estados Unidos y China dirimen la lucha por la primacía global.