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Murió sin saber quien mató a su mujer

Ante la pasividad de la fiscalía, Juan Widmer fue quien le dio impulso a una causa que quedó impune.
Domingo, 23 de mayo de 2021 a las 12:00
Murió sin saber quien mató a su mujer Murió sin saber quien mató a su mujer

Un joven José Ignacio Gerez se presentó como querellante en la causa conocida como la "Masacre del Laboratorio" en representación de Juan Widmer, viudo de Alejandra Carbajales. Ella era trabajadora bancaria y el 23 de mayo de 2002 concurrió a los consultorios de Roca y 25 de Mayo de Cipolletti para una consulta con la psicóloga  Carmen Marcovecchio, allí también atendía la bioquímica Mónica García. A sólo un día de cumplir 19 años del hecho que lo dejó viudo, murió por Covid el hombre que instruyó a su abogado para llevar dos veces a juicio a David Sandoval.

Widmer, de perfil bajo durante ambos juicios, luchó por todos los medios para que el crimen de su esposa y las otras dos mujeres no quedara impune. En el primer juicio, realizado en el auditorio del Sindicato de Luz y Fuerza de Cipolletti, tanto David Sandoval, como Orlando "El Clavo" Sandoval (no eran parientes), ambos quedaron en libertad porque el fiscal Edgardo Rodríguez Trejo no acusó y el tribunal tomó la decisión por el beneficio de la duda.

Sin embargo Widmer peleó por todos los medios y logró que el STJ rionegrino declare nulo el primer juicio y se realice un segundo, varios años después y en Roca para evitar la presión de una sociedad castigada por la sucesión de crímenes contra mujeres, como el de las hermanas Paula y María Emilia González y Verónica Villar, en el primer Triple Crimen, la kinesióloga Diana Del Frari o la bioquímica Ana Zerdán.

El 10 de enero de 2007, el tribunal integrado por Carlos Vila, Flora Susana Díaz y Carlos Gauna Kroeger, declaró culpable del triple homicidio (hoy la figura sería femicidio) a David Sandoval, un lavacoches que llegó a juicio en libertad y que tenía en la pieza que alquilaba en Cipolletti una caja con gran cantidad de recortes de diario sobre la causa. También había sido paciente, cuando era chico y estaba en un reformatorio, de la psicóloga Marcovecchio.

Para el segundo debate, y en una acción poco clara que dejó muchas dudas en cuanto al procedimiento, unos peritos llegados de Chile lograron atribuirle a él una huella que ni la Federal, ni la Policía de Río Negro habían podido encontrar puntos de coincidencia alguna, si la Policía de Neuquén y Gendarmería, pero utilizan métodos distintos con menos puntos de referencia.

La sentencia fue prisión perpetua, pero en 2010, la Corte Suprema de Justicia hizo lugar al planteo del abogado defensor Eves Tejeda, en el que pretendía la anulación del segundo juicio por un incumplimiento del STJ al derecho de defensa, que indica que ninguna persona puede ser juzgada dos veces por el mismo hecho, "non bis in idem" (no dos veces por lo mismo en latín). Luego de este revés, Widmer llegó hasta Washington donde hizo un planteo en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA por la situación de impunidad en la que quedó la causa. 

Ya sin nada por hacer para que el crimen de su esposa tenga un culpable preso, la causa prescribió y todo quedó en la nada. Como los otros crímenes por los cuales la sociedad cipoleña reclamó mucho tiempo en las calles. 

Apenas un día antes de cumplir 19 años del asesinato de su esposa, Widmer murió como consecuencia del Covid.

El caso

El 23 de mayo de 2002, poco antes de las 20, dos o más personas entraron al laboratorio que funcionaba en Roca y 25 de Mayo. Golpearon, acuchillaron a cuatro mujeres y a una, a la psicóloga Marcovecchio, le dispararon con un arma de fuego. Luego tomaron de la mesa de trabajo de la bioquímica Mónica García, una botella de ácido acético que sirvió para borrar las huellas. Además de las dos profesionales, asesinaron a la paciente Carbajales, en tanto que Ketty Karavatic de Bilbao, que había ido a buscar sus estudios, quedó viva. Los investigadores creen que los atacantes creyeron que también estaba muerta.

Precisamente, la hija de la única sobreviviente tuvo un breve diálogo con uno de los asesinos, al que vio como cerraba con llave la puerta del laboratorio y bajó de su auto para decirle que estaba esperando a su mamá. Sin embargo el hombre subió a su bicicleta y se fue por Roca, dobló en Mengelle y en las vías se cayó, allí se rompió el botellón de ácido. Los perros lograron seguir el rastro hasta ese lugar, después se perdió. La hija de Karavatic no pudo reconocer a ninguno de los dos acusados como el hombre con el que habló. Incluso con la descripción que dio, se hizo un identikit que al que uno de los abogados apodó como "el rey león".

En ninguno de los dos juicios pudo declarar Karavatic, quien siempre presentó certificados psicológicos que le impedían prestar su testimonio por el importante riesgo que eso generaba para su salud mental. La mujer murió en 2019 a los 87 años y nunca dijo una sola palabra de lo ocurrido esa tarde noche de mayo de 2002.

 

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