La estación de observación y exploración espacial de China instalada en Neuquén, tuvo una repercusión mediática muy fuerte en los últimos días, al quedar en el centro de una polémica diplomática entre Estados Unidos y el país asiático, curiosamente promovida por la propia Argentina.
En la última reunión de la Comisión de Desarme de la ONU, la delegación argentina, encabezada por el embajador Carlos Foradori, Argentina planteó que las estaciones de observación del espacio deberían limitar expresamente su accionar, asegurando que no serían usadas en el monitoreo o cualquier otra actividad que pueda afectar satélites.
El potencial uso dual de cualquier estación de observación del espacio profundo, con fines directamente bélicos o de espionaje, o cualquier otra cuestión que tenga que ver con las casi infinitas posibilidades que da la acelerada evolución tecnológica de los seres humanos, estuvo en el centro de la cuestión; y en ese centro, Estados Unidos marcó inmediatamente su preocupación por la estación china ubicada en Neuquén.
Desde Neuquén se ha dicho una infinidad de veces que el uso de la estación china es pacífico y científico. Esto lo saben todos en la ONU; pero también saben que hay sospechas en el contexto de la tensa relación de Donald Trump con el gobierno chino por cuestiones comerciales globales.
¿Por qué fue el gobierno de Mauricio Macri el que disparó, o dio pie, a la especulación yanqui respecto de los chinos? Nadie ha respondido esto, y no se sabe si fue por ignorancia o con intencionalidad no explicitada.