(Cenando los tres en el departamento de Rosalyn)
-¿Sabías si Norman tenía alguna relación al momento de su muerte?, le pregunté a Rosalyn.
-No lo sé. Norman era muy reservado con su vida privada, pero no creo que haya estado involucrado en una relación sentimental sencillamente porque no le quedaba tiempo libre para nada. Tenía una agenda muy ocupada: Estudiar y ensayar con el piano por la mañana, enseñarle a Esperanza cuando ella volvía de la escuela, después, trabajar su bendita investigación hasta que yo pasaba a buscarlo para llevarlo a tocar al jazz club de Sam.
-Yo solía esperarlo estacionada frente al club porque prefiero el aire puro al encierro tóxico. El “gordo” puede dar fe de mi vigilia nocturna frente al club porque más de una vez lo descubrí espiándome como un chico desde la ventana de la cocina creyendo que no me daba cuenta.
El gordo se sonrojó, abochornado:
-¡Y yo que de chico quería ser agente secreto!, comentó riendo.
-Lamento decirte, Sam, que no servís para espiar. Pero, por otra parte –señalé- ahora entiendo por qué Norman abandonaba el escenario y el club rápidamente después de que terminaba su show.
-¡No quería hacer esperar a una dama! señaló Rosalyn con gracia.
-Yo lo llevaba a su departamento y ni bien entraba se iba derecho a la cama y se quedaba profundamente dormido. Muchas veces me he quedado en su casa mientras él dormía, arreglando o limpiando, y nunca nadie llamó por teléfono ni tocó el timbre pidiendo verlo.
-En la casa no había señales de visitas o convivencias amorosas. La cama siempre bien armada, el baño impecable con solamente su cepillo de dientes y un vaso para su agua, en la cocina vestigios del uso de un solo plato. En general, las relaciones sentimentales dejan huellas y no es difícil descubrirlas, más para una suspicaz mujer como yo.
Se hizo un silencio y yo, que me había quedado pensando me dirigí a mis contertulios:
-Confieso que en un primer momento, contemplé la posibilidad que el crimen estuviera relacionado con un amor despechado, un crimen por celos, alguna venganza personal de alguna persona malquerida. Ustedes que llegaron a conocerlo de cerca ¿Saben si pudo haber habido algo de esto?, pregunté.
Los dos se miraron como si buscaran respuestas en el otro. Rosalyn descartó de plano el móvil sentimental en el asesinato de Norman:
-Lo mataron por lo que estaba investigando, lo mataron para impedir que lo que tenía entre manos se supiese, lo mataron porque estorbaba, de eso estoy absolutamente segura, afirmó la dama del Oldsmobile sin dudarlo.
-En esta historia todo es posible Rose, es un poliedro de mil caras en el que no podemos descartar ninguna hipótesis, a mí me atrae mucho tu punto pero hasta que no estemos totalmente seguros debemos seguir todas las pistas, apunté.
Mientras tanto el “gordo” parecía atragantado e incómodo. Finalmente decidió escupir lo que lo ahogaba, y compartirlo con nosotros:
-Hay algo que no mencioné y ahora viene a mi memoria con toda la fuerza: Hubo una relación que Norman tuvo hace unos años con una joven que no llegó a ser una historia de amor. Duró un tiempo y terminó abruptamente porque se había vuelto muy complicada, en especial del lado de ella. Esto lo supe de boca del propio Norman que estuvo muy afectado.
-¿Sabés quién era la chica?
-Si, cuando conoció a Norman era solo Lucinda o Lucy a secas, hoy la conocen en todo el submundo de la noche como Lady Sax. Trabaja en un club nocturno de Nueva Jersey, es muy famosa y llena de dinero. Al menos en ese ambiente.
No quise detenerme en detalles sino en asegurar un camino que nos puede llevar hacia alguna pista, así que miré a Rosalyn y ella dijo dirigiéndose al “gordo”:
-Creo saber de quién estás hablando Sam. Ahora que me acuerdo, Norman me hizo una vez un comentario sobre una relación muy complicada que tuvo con una chica más joven que él y cómo le había costado desembarazarse de ella.
-Ella llegó a estar muy obsesionada con él, lo acosaba todo el día con llamadas telefónicas, le hacía guardia en la puerta del club y cuando salía lo atacaba a los gritos en plena calle y lo amenazaba, incluso de muerte.
-¿Cómo se involucró Norman con esa psicópata?, le pregunté a los dos.
Rosalyn miró al “gordo” como cediéndole el turno para su respuesta, pero Sam le hizo un gesto devolviéndole la gentileza.
-Si bien a Norman no le interesaban las mujeres como compañeras sexuales –dijo Rosalyn- disfrutaba de la amistad con el otro sexo. Además era un tipo tremendamente paternal. Ya les dije yo que, para no haber tenido hijos, se desenvolvía con mucha destreza como padre. La prueba es Esperanza.
-Con esta chica, Lucinda, empezó siendo una suerte de amigo-papá. Un tipo más grande que le daba consejos a una chica joven para que se convierta en una artista completa y ser feliz con lo que hacía, Pero pasado algún tiempo, ocurrió lo que tenía que ocurrir…
-La chica que quería un novio para casarse “de blanco” se terminó enamorando perdidamente de un hombre al que no le gustaban las mujeres…
-Exactamente, y él no tuvo ni el coraje ni la seguridad para revelarle su homosexualidad y decidió entonces, y para mal, apartarla de su vida de raíz, dejarla de lado de la noche a la mañana, no verla nunca más. Y para ella resultó un descomunal desprecio que engendró y liberó los demonios en su corazón.
-El torpedo del desamor impactó de lleno bajo la línea de flotación de su frágil autoestima de niña narcisista, sentencié.
-Lo odió con todo su corazón, con toda su alma y con toda su vida y no sé si todavía no lo sigue odiando con todas sus fuerzas, dijo el “gordo”.
-Si se enteró de la muerte de Norman me imagino que debe estar ahora muy feliz, agregó Rosalyn.
-Tan feliz como si ella lo hubiese realmente asesinado…concluí sin pensar mucho en lo que acababa de decir.
Rosalyn y el “gordo” Sam abrieron los ojos llenos de sorpresa. Y yo me apuré a excusarme:
-Perdón, no quise afirmar algo que no tiene sustento todavía, pero semejante odio, semejante rencor, tanto vitriolo acumulado en el corazón de una pobre chica, la convierten en nuestro primer, o mejor dicho, nuestra primera sospechosa, afirmé.
La lista de posibles autores o instigadores o cómplices del homicidio de Norman Blake quedó abierta. De los tres elementos constitutivos del crimen: el motivo, el medio y la oportunidad, Lucinda se adjudicaba por lejos el primero: el motivo. Y vaya si lo tenía. Ahora era cuestión de averiguar si su historia encajaba con los otros dos elementos.
Los tres quedamos en silencio procesando todo lo que habíamos hablado.
En ese silencio, miré al “gordo” para ver si, por casualidad, le había quedado algo más en su bolsa inagotable de sorpresas y acerté.
-Hay algo más, musitó Sam.
Lo miramos atentos y el “gordo” arrancó con su nueva historia:
-Hoy me llamó Valdez. Me dijo que tenía algo para vos referido a la autopsia y los exámenes que hicieron los de la NYU (la Universidad de Nueva York). Me dijo que pasara por su oficina. Pasé a verlo y me dio esto para vos.
Sam extendió su mano sosteniendo una tarjeta. En ella Valdez había escrito una palabra: “Turbocurarina”.
Lo miré al “gordo” como buscando una explicación, pero él no tenía idea, y entonces nos contó cómo fue su momento en la delegación policial.
-Llegué a la oficina de Valdez cuando estaba en pleno trabajo. Sentado ante su máquina de escribir no paraba de teclear. Fue entonces cuando Collins se le acercó y le dijo: “Jefe, lo buscan”.
-Entonces, Valdez dejó de escribir, dio una lenta media vuelta en su silla giratoria en dirección hacia mí y tomando la tarjeta de su escritorio me la dio. Confieso que cuando leí en ella “Turbocurarina” pensé inmediatamente que era el nombre de un antibiótico, incluso le pregunté si estaba enfermo.
-¿Y qué te dijo?.
Pensó que era otro de mis chistes y soltó una carcajada, después se puso serio y me dijo:
-Désela al periodista.
-Pero, ¿Qué significa?.
-Averigüen, dijo y entonces dio otra media vuelta en su silla hacia la máquina de escribir y dándome la espalda me hizo señas con la mano indicándome que me fuera. Y entonces me fui.
-No tengo la más pálida idea de qué se trata –confesé- Es cierto que suena a medicamento pero en el contexto de lo que estamos investigando puede ser algo mucho peor. Rose, ¿sabés por casualidad de qué se trata?.
-En lo absoluto, estoy igual que ustedes pero, yo pensaba: si esto viene de la autopsia y los análisis químicos, podemos consultar a alguno de los científicos que trabajaron en la nueva autopsia, los de la NYU.
-Eso está bueno pero… ¿y si buscamos en un diccionario químico? ¿No es mas rápido y más práctico? Si no resulta vemos a los de guardapolvo blanco y listo, propuso el “gordo”, campeón de los atajos, doctorado en la doctrina del mínimo esfuerzo, y nosotros casi lo aplaudimos por la buena idea.
En verdad ninguno de nosotros tenía un diccionario químico, la biblioteca pública estaba cerrada a esa hora, así que tendríamos que esperar al día siguiente. Entonces iríamos a la biblioteca y de ahí, ya en la noche, iríamos a visitar a Lady Sax a Nueva Jersey para hablar de los viejos amigos que ya no están.
Para ello me valdría de mi oficio. Ella no me conocía, tampoco a Sam. Entonces nos presentaríamos como un periodista y su fotógrafo y fingiríamos que estábamos ahí para entrevistarla acerca de su espectáculo que, según me adelantó Sam, era increíble, y especial, la parte del saxofón.
-¿Y qué tiene de extraordinario un saxofón? Le pregunté al “gordo”.
-Ya lo verás, dijo, con una sonrisa tan eléctrica como las chispas que parecían saltarle de sus ojos.
(Continuará)